Labios de seda,
piel de limón,
noches,
derroches,
reproches,
la locura.
Muerto
dejaré la vida que llevo.
No habrá disputa,
nadie oirá mi suplica.
Tendremos que reconocer
algún día un error cualquiera.
Algún día dejaremos de cometerlos.
Algún día como hoy,
estaremos muertos.
Nadie olvidará nuestro entierro,
tampoco aquellos que obviaron nuestra vida,
podrán obviar nuestra muerte.
Seguiremos vivos,
donde habita la corriente
de los ríos sagrados,
en miradas de edificios callados,
en rimas inútiles,
en los libros mutilados por los Dioses.
Seremos mejores que los vivos,
recordarán nuestro lamento en llamas,
la flor cortada de caña de azúcar.
El pecado del atardecer entre nubes,
de la gaita en callada serenata.
Seremos lo que siempre
ser hemos querido.
De sol a sol,
delirios de grandeza
a la sombra de un almendro.
Caerá un rayo en tu cabeza,
serás mártir, serás mito,
serás nada
seguiremos siendo nada.
Recuerdan nada.
Lloran por nada,
salpican con flores
tu tumba por nada.
No eras nada,
tras la muerte sueño.
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