Recuerdo el día del Proyecto Argentina, ¿cómo podría olvidarlo? La idea nació en internet un año antes de que Rody Carlos quisiera llevarla a cabo. Entonces el verdadero creador del Proyecto jamás
fue conoció.

Era simple. Era una protesta, ¿sabes?, porque era la época donde te mataban por dos pesos. Sí señor, por dos pesos, tal como te lo digo. Mira, antes del Proyecto, la gente había empezado a hartarse por la inseguridad. Hacían manifestaciones. Criticaban a los políticos por la televisión. Tomaban las plazas de Buenos Aires. Cortaban calles. Pero nada.

¡Nada!

Cinco o seis o siete muertos por día en robos, ¿te imaginas?, si, esa cara teníamos todos. Entonces Rody Carlos salió con eso del Proyecto Argentina y al principio nadie le dio bola. Pero insistió. Tenía fuerza de líder. Le llevó año y moneda lograrlo, pero al final acordaron que el martes 20 de agosto, nadie, pero nadie, en todo el país, saldría de su casa. Recuerdo que un periodista, en alguno de esos programas espantosos, dijo que el efecto sería peor al de una bomba atómica en medio de Córdoba.

Pero no nos importó. A esa altura, nada nos importaba. Chico, creo que no puedo darte una idea de lo que estábamos viviendo. Cuando te digo que la vida humana no valía nada, es porque no valía nada. ¡Me gustaría ser escritor, para contártelo como se debe!, podría compararse a un cementerio con… ah bueno, si, está bien, sigo con la historia.

Un día antes la gente se abasteció de todo lo que necesitaba para pasar un día de cuasi hibernación. Hubo disturbios. Dos muertos en un asalto. A los ladrones no le gustaba la idea, pero al final… bueno, no me adelanto.

Si, hubo disturbios. En las calles. Los noticieros no paraban de hablar idioteces y los había mil títulos diferentes: “EL PAIS HACE PARO”, “EL ULTIMO INTENTO”, “LAS NACIONES UNIDAS INTENTAN DETENER EL PROYECTO ARGENTINA” y cosas por el estilo, ya sabes.

Pero no se detuvo. Cada titular catastrófico hacía más fuerte el ímpetu humano. Creo que hubo una placa que decía “ARGENTINA SE AUTODESTRUIRA”. Esa me causó gracia, porque después mostraron la imagen de un hongo atómico.

Hubo discusiones sobre si las iglesias deberían estar abiertas. Pero no. Las cerraron. ¡Cerraron todo!... la policía no se oponía… ellos también iban a quedarse por un día en sus casas. Ellos también eran personas, es decir, bueno, tu entiendes.
Entonces llegó el día. Todos adentro. Nadie afuera.
Chico, deberías haberlo visto. Sí que fue divertido. Ni un solo canal con señal. Ni un solo celular funcionando. ¿Los hospitales?, tampoco, cerrados. Todo. Absolutamente todo vacío. Por un día, un trozo del mundo desapareció.

El silencio era horrible. Casi mortal. Yo estaba con mi padre, mi hermana y mi tío. Mi madre ya había muerto.

¡Ah!, a Rody Carlos lo habían matado la misma mañana del Proyecto Argentina. Nos enteramos dos días después, cuando la policía retomó las estaciones de televisión. Porque, claro, todos nos quedamos dentro de nuestras casas excepto ellos. Los ladrones. Ellos pulularon como moscardones. Pero eso es otra historia.

Hubo gente que temió perder su trabajo, las empresas no permitirían las ausencias. Pero la vida es una cadena irrompible. Los gerentes no irían, los trabajadores tampoco. Los abogados no tendrían nada que objetar contra nadie. Todos estarían en sus casas.

Los autos no andarían, las petroleras no trabajarían haciendo nafta, los corruptos perderían millones. Los celulares no llamarían, las comunicaciones se trabarían, internet sería una sombra pasada. La electricidad, el agua, el gas, todo apagado, todo sin funcionar.

Los operarios de las centrales nucleares dejaron todo listo para que no estallaran en ese día de inactividad y, aunque explotasen, creo que a nadie le hubiese importado. Incluso creo que algunos querían que ocurriese.

Muy bien, el efecto fue peor que el de una bomba nuclear. Sí señor. Hubo pérdidas millonarias, incontables. Pero a la gente no le importó. Lo único que querían dejar de morir por un par de zapatillas.
Algunas empresas quebraron. Algo, en algún lado, estalló. Nadie dijo nada. El silencio era el único testigo. La ciudad se paralizó, el comercio desapareció, los barcos no salieron, los otros países no recibieron aviones con pasajeros, las exportaciones fueron del 0% por primera vez en… ¡toda la historia!

No hubo importaciones pero sí barreras comerciales. Hubo quejas internacionales. Muchos dijeron que estábamos locos. ¡Locos!, eso era antes del Proyecto. La locura de morir por nada, de que la vida humana no fuese otra cosa que un pasaje de tren.

Argentina no existía. Caducó. Se enfermó y estaba haciendo reposo. ¡Y todo en un día!. La moneda cayó, los bancos enloquecieron. El gobierno no sabía qué hacer para sacarnos de nuestras huelgas. No tenían a la policía ni a los militares. ¡No había nadie, más que ladrones, dando vuelta en las calles!

Al otro día retomamos las actividades. El Proyecto Argentina no fue un éxito. Durante nuestra protesta, los ladrones se encargaron de desbalijar varios locales de electrónica. Estaba en los cálculos, así que a pocos le importó. El país estaba devastado, pero fue como un “borrón y cuenta nueva”

Todavía recuerdo las palabras de mi padre, cuando forzaron la entrada de mi casa. Él me dijo:
“No temas a lo que está pasando. Esto va a terminarse. Esto va a terminarse”, y me abrazó a mí y a mi hermana, mientras mi tío evitaba que Ellos entraran en mi casa “esto va a terminarse, créanlo, porque es así. No tengan miedo. No lo tengan”

Eso, en escencia, fue el Proyecto Argentina. Chico, si que fue un día divertido.