A veces,
caminamos de la mano,
inventando atajos y cruces nuevos,
nos paramos a contemplar,
cada poco tiempo,
las flores en el borde del camino.
Otras,
agarrados apuramos el paso,
imaginando un camino fácil,
avanzamos sonriendo,
sin tiempo para admirar el paisaje,
disfrutando de la brisa.
En ocasiones,
el camino desaparece
sólo existe el horizonte,
con el corazón agitado,
sin soltarnos de la mano corremos a su encuentro.
Cada vez un dibujo diferente,
un boceto cada día,
cada semana, cada año.
Ya no me avergüenza que me veas dormida,
ahora eres tú el que coloca mi pelo,
para que, cuando despierte,
me vea más linda.
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