Qué puedo reprocharle al tiempo?, viejo
fullero ¿Los olores de la infancia? Si, son
muchos. Elijo el de los margaritones
en la tumba de mi hermano. Mi vieja:
“Andá y llename este tarro con agua”.
Ojos verdes, ausentes y fieros que
ese viejo fullero no pudo embaucar.
Se hacía la “permanente”, y le gustaba
el desfile de milicos. Matasietes chuecos.
¿Las sensaciones de la pubertad?
Primeros anzuelos a escala de puerto.
La suprema delicia del falo erguido,
sometido a la presión cien grados de la
mano. Sábanas amarillas de rubor y flor
nueva. “Tanguito” se masca las pulgas
al pie de la cama, ausente y confundido
por un movimiento distinto. Marylin…
Que calenturas ¡Válgame Dios¡
¿Los pecados de la adolescencia?
¿Son posibles? Claro y ve a confesarte.
Padre…le metí un planchazo al Alfredo.
se lastimó y para peor está rengo. Ahora
¿Quién va a meter en la carpeta del profe
los “ cangrejo” y los “inseto”? Pobre
Alfredito ¿puedo comulgar igual Padre?
Mire que me comí las uñas también…
y vi a mi viejo desnudo. ¡Qué bolas Padre¡
¿Acaso puedo demandarlo al tiempo?
“Ven, vamos al quilombo de la Tota.” ¿Yo?
Y claro…vivís a pura paja. Tienes que debutar.
Olor a querosén, el Cristo crucificado.
La Tota suda como un caballo. Ven que
te voy a lavar encanto. Después te enseño
como se hace. El “croupier” gritó “Ceroooo”
No te preocupes mucho, suele pasar ricurita.
Págale a la portera y vestiste rápido.
Después… qué importa del después, dice Floreal.
Un dolor brutal…La tierra que se hunde y mi
vieja, aburrida de esperarme por las noches dijo
“chau”. Pero en esas cosas te perdono truhán.
Eres noble y me abriste los ojos a la vida ; supe
de los códigos del bajo. De la puñalada por nada
y la maravilla del “tute cabrero”. Y Diana...
Nos llevaron presos juntos y la pasaste mal…
Nos buscamos encontrados y la pasamos bien.
Che tiempo, mira que han jodido contigo: Borges,
el signo y la intuición; Poe y sus tormentos. Vaya
adusto idealista el tiempo desdeñoso, esquina oscura
donde defeca el necio. No es su ocupación barrer.
Cada quien que entierre su muerto. Sea un pervertido,
el canalla que hace tratados o el ojo de la tormenta.
Contigo nada de vueltas, hijo putativo de lo eterno.
Pero no te la llevas de arriba: “Ahora hemos de
separarnos. ¡Adiós, Fantasía mía¡” Whitman.
|