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Inicio / Cuenteros Locales / quiquelux / Mi sobrina monja.

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Ayer, de pronto, una sencilla revelación se adueño de mi atención, justo en el preciso momento en que voy a encender la pipa, recién luego de cuarenta años de acostumbrar fumar dando ondas
pitadas. Me dicta la mente, con mi propia voz de veterano, que al hacerlo por favor aspire suave avivando la braza con pequeños soplidos, prolongando la actividad respirando de esta manera; aunque nunca haciendo levantar la gran temperatura. Redondeando la premonición acerca de las consecuencias: con que he sido un semental, más cuando estuve unido en matrimonio hice las de fornicar, por culpa de esta pésima costumbre, insisto, dando ondas pitas que por supuesto hacen quemar al interior del cuerpo.
A menos de una semana de haber cambiado el hábito de este vicio, pero aun estando luchando por no dar el gusto a la conciencia de gozar llenando los pulmones de denso humo, debo reconocer que aprecio cambios significativos sobre todo en lo concerniente a la lívido. Inclusive los bigotes han dejado de estar amarillos por la acción de la nicotina.
Pero el día de hoy, ha de ser una jornada específicamente importante, en que mejor me abstenga de todo vicio. Pues han de venir de visitas, por unas semanas, una prima hermana que vive en el campo, con su hija adolecente, que sigue la carrera para alcanzar ser monja de la religión católica.
Me pasó que al poco tiempo de convivir con ellas, comencé a tener una fuerte atracción por la niña. Obviamente que Lorena, que de ningún modo hace corresponder este importante sentimiento, lo que origina que la admire dentro de mi propio silencio; mientras converso con Dios de la suerte que tiene al tenerla de su lado.
Una mañana, mi perro mordió con los dientes su vestimenta religiosa, un atuendo gris que le tapa hasta los propios tobillos; recién planchado con total entrega, que cuelga del respaldo de una silla tapizada. Y salió corriendo no más, en dirección de la calle, tomando para el lado de una cortada que tenemos al costado. Lorena, en paños menores, desesperada salió corriendo detrás del pichicho, mientras yo los seguí de cerca. Ni por un segundo dejé de admirar su bella figura, que jamás antes había apreciado con tanto desparpajo. Pero el genial perro por nada del mundo se dejó atrapar, ella me suplicaba que la socorra agarrándolo con decición, pero en verdad yo no hice demasiado por quitarle el vestido.
Su madre que anda en silla de ruedas, por motivo de que cayó de espalda sobre una botella de vidrio, con una herida a la altura del omoplato donde recibió unas diez puntadas de sutura; que además la tienen que volver a operar pues le ha quedado una esquirla de vidrio, se hiso presente en la escena. Parecía una obra de teatro donde iría a ocurrir una tragedia griega.
Mi prima pensó que yo mismo la estaba queriendo violar, para lo cual lanzó un insulto estremecedor, pero al instante Lorena se encargó de aclarar que nada que ver, ampliando la explicación de lo sucedido.
Entonces su madre le alcanzó una bata blanca de toalla para que se cubra de inmediato; más luego, por fin sonrientes, poder regresar a casa.

Texto agregado el 27-11-2009, y leído por 159 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
29-11-2009 jejje, que osadía la tuya!! efelisa
 
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