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Han pasado ya dos años; gracias a este invento que va recogiendo mis palabras por escrito, puedo contar mi historia. He aprendido que la memoria de un caracol es mucho más limitada, no quiero olvidarme de mi vida, no quiero olvidarme de quien fui y de quien soy.

Los primeros recuerdos se remontan al día del velatorio, habíamos colocado el féretro en la planta baja y yo dormía arriba. El último mes había sido muy duro y agotada me acosté ya de madrugada; al despertar algo había cambiado…todo había cambiado…me arrastre desde la cama a oscuras y me caí rodando por las escaleras hasta chocar contra la puerta de la entrada.
Por suerte sólo mi padre se dio cuenta…soy yo…le dije…me miró a los ojos

…es ella no había visto nunca un caracol con los ojos claros…

Me empujó escaleras arriba, no sin esfuerzo, porque ese líquido viscoso me hacía resbalar mucho

…quédate ahí dijo
… pero es el entierro de mama…
…QUÉDATE AHÍ! Me gritó.

Mi padre se sintió aliviado, el dolor había tenido que hacer un hueco
a la incredulidad, a la estupefacción más absoluta, un hueco para su hija.

...que haremos con ella, qué hacemos con ESO?

Si no es por lo que ocurrió ese día creo que él hubiese muerto de pena y ese mismo dolor le impedía ver la realidad… su hija se había convertido en un hermoso caracol de dos plantas…

Lo siguiente que viene a mi memoria es el encuentro con mi hermana…se desmayó… ella le tenía un especial asco a los caracoles y de repente en la habitación contigua
había uno que le alcanzaba a la altura de las rodillas…cuando se recuperó le guiñé mi lejano ojo y sonrió.
Te necesito le dije no me rechaces…no sé lo que está pasando.

Pasaron los días y cada vez pasaba más tiempo dentro de mi concha…me aislaba del ruido y del dolor de echarla de menos…

Poco a poco se comunicó a toda la familia…tíos, primos fueron desfilando por la casa, todos horrorizados. Algunos volvieron y otros no…

Nadie se molestaba en pensar que me había pasado, era tan increíble que cualquier explicación sería insuficiente así que se aceptó…nadie intentó cambiarlo porque a nadie le importaba lo suficiente como para hacerlo y mi padre simplemente no podía.

Uno de los días que recuerdo con especial cariño es cuando vino tía Blanca y mis primos pequeños Cuco y Cuca y me dormí…al despertar habían pintado en mi concha un perfecto reloj…habían recortado unas agujas de cartulina y estaban pegadas marcando exactamente la hora…

El día más terrible: una mañana de Octubre, sin saber porqué me dirigí al jardín de casa… empecé a cavar un hueco…pequeño, mediano, grande, más grande…DE MI TAMAÑO!
Empecé a hacerme un hueco dentro y a echar tierra encima…NO! POR FAVOR ¿QUE ESTÁ PASANDO? ¡QUE ALGUIEN ME AYUDE!

Cuatro meses más tarde desperté…cuando aparecí por la puerta de la cocina llena de tierra mi padre rompió a llorar…pensé que te había perdido a ti también…no papa no, me enterré viva…

Hija eso no me tranquiliza…

El segundo año por esas fechas ya sabíamos lo que pasaba…mi hermana lo buscó en enciclopedias…hiberné… así que estaban avisados y aprovecharon para hacer una buena limpieza de mis restos viscosos por la casa.

Y ahora estoy aquí, ni que contar tiene la infinidad de veces que tropiezo, me caigo, resbalo o me pisan pero mi nueva forma me impide vivir estresada, simplemente camino plácidamente por la vida y disfruto del tiempo que para mi ahora pasa muuuuuucho más lento.






Texto agregado el 27-11-2009, y leído por 98 visitantes. (0 votos)


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