…y de la nada apareciste,
y de la nada lo acepté,
no me sorprendiste.

Y éramos dos en una cama,
cuarto oscuro, puerta cerrada.
Tú por el tiempo hecha dama
tu cuerpo casi igual, la misma mirada.

Tus ojos iguales y tu piel,
tu misma voz y el mismo olor,
convertida ya en una mujer
más que lista para el amor.

Y mis manos se paseaban
por el tabú de tu cintura,
no te tuve que rogar,
para hacer mía tu piel desnuda.

...y no te diste cuenta.

Sonreías como solías hacer,
otra vez estábamos juntos,
los dos bajo noche de placer
aquí, sin problemas ni disgustos.

Te besé hasta que no pude más,
como nunca me atreví a besarte,
te amé como nunca será,
me dediqué a amarte y a amarte.

...y no te diste cuenta.

Pude gritarte mi amor: “¡te amo!”
aquí juntos pude estudiar tus ojos,
volví a besar tus pequeñas manos,
y nuestro amor crecía estando solos.

Te lo confesé todo parte por parte,
la alegría llenaba nuestros rostros,
confesé que nunca supe olvidarte,
que nunca olvidé lo de nosotros.

...y no te diste cuenta.

Y no se escuchaba un alma afuera,
la noche respetó nuestro encuentro,
nos brindamos amor de mil maneras
y el tuyo se me quedó aquí adentro.

Juré seguir amándote por siempre,
y que nada ni nadie te sustituiría
culminé con ese último beso ardiente
el mismo que nos devolvió la vida.

...y no te diste cuenta,
es más, ¡ni yo mismo me había dado cuenta!
hasta que desperté y abrí mis ojos,
no estabas...

...y no te diste cuenta
porque nada de eso fue real
tan sólo fue un maldito sueño
y que doloroso es despertar.

...y no te diste cuenta,
fuiste mía por última vez...
¡y no te diste cuenta!