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Inicio / Cuenteros Locales / wolter / 900 palabras y un accidente.

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Viste Manuel, esos pedacitos de vida que se te pasan de largo los domingos por la tarde cuando absurdamente no tenés nada que hacer y ni siquiera se puede dormir, pero nada es más primordial y eficiente que mantenerse inactivo en esos momentos. Sí señor, esos mismos pedacitos que ahora están discurriéndose por la ventana porque la señora de blanco se olvidó de asegurar la tranca y el viento, en su amarga travesía, se está llevando toda nuestra vitalidad a la mierda.

Viste vos, allá afuera hay tanta gente predisponiéndose a vivir con sus contundentes corbatas de seda y sus sueños de juventud divina, pero acá adentro nosotros dos bombardeándonos la culpa el uno al otro y ni tenemos idea de quién se va a levantar primero.
Y mirá que no fue mi presagio lo de hoy, vos te fuiste demás con las latitas de tres-cincuenta ayer desde tempranas horas y después, me arrojaste a mi el volante por la cara, para que yo decidiera qué columna del alumbrado público nos resultaría más mortuoria y letal y sin embargo, fue nuestra adrenalina intoxicada con la que veníamos jugando minutos atrás, la que decidió. Además, de paso así también nos divertíamos saludando a Pablo no?(qué clase de diversión fue esa…)
Mas, quizás me urge admitir que fui un poco desconsiderado e imprudente (pero no tanto como vos), al aceptar aquel envidioso asiento tuyo que me ofreciste sin seguridad ni problemas, cargando yo también en los ojos con una borrosidad y una distorsión amazónicas de las cosas y de los pensamientos que, por lo visto, me impedían distinguir los límites del camino. Es que resplandecía con tanta picardía ese audaz y rugiente Camaro ‘83 que tu papá te heredó el mes pasado, puro músculo que ahora ha de estar hecho algo menos que chatarra.

Viste que no era tan fácil ver? El sopor está retorciéndome una y otra vez sin resentimientos contra la almohada y yo me voy quedando dormido acá porque parece ser que ya es muy tarde y ojalá vos te despiertes antes de que consiga apagar mis ojos, así ya desisto de amagar el llanto y me sorprendés con un fuerte abrazo (que hermosa es la vida?). Ahora no te puedo atender, no puedo doblar el cuello para echarte un ojo ni inventarme un brinco y terminar parado a lado tuyo, rogándote a que dejes el mal sueño y te despiertes de una jodida vez a celebrar la noche anterior con una carcajada.
Tal vez, en serio, se hace tarde. El hedor a ciudad gastada que se infiltra desde la ventana comienza a inundar el interior de estas cuatro inoportunas paredes, mientras que el sol se agacha desenfadado detrás de los árboles suburbanos y me escupe insolente a esa añoranza a la vida dentro de mi cabeza, al miedo, al terror, a la indeferencia. ¿Será que Pabló se sintió igual de desesperado aquella vez? Y nosotros que nos reímos de su noticia desde el primer instante, ya que nunca pudimos creer con certeza -o seriedad- ese disparatado error que decían que había cometido, pero sí, realmente, él ya se fue a otro lado verdad?.

Y no se por qué pero ahora -tal vez por fin- me estoy arrepintiendo de haber dejado escaparse a tantos pedacitos de vida a través de la ventana, a través de esa columna eternamente implacable, a través de toda esa miserable casualidad que nos sorprendió desprevenidos en un segundo de gloria y nos ató irremediablemente a esta escabrosa y olvidada habitación de un escabroso y olvidado nosocomio (quizás) que nunca conocí ni voy a conocer. Solamente me queda el techo y nada más, ni puedo levantar cabeza ni puedo acariciar mis minutos postreros, es desconcertante pero la puerta… ¡Alaremil! le ubiqué a ese tipo, mirále ahí a Pablo, nos está observando desde el otro lado de la puerta, sí, desde la parte superior donde surge el vidrio transparente. Su sonrisita de endemoniado se está impregnando entre mis últimas maletas y también diviso como sus ojos miran impasibles y parecen ofrecerse burlones a acompañarme durante algún viaje.

Viste! ¡Te dije que no era tan simple esto!. Porque yo, inevitablemente me duermo Manu, espero que entiendas que no lo hice del todo a propósito, que tu cinturón siempre va a ser tu ángel de la guarda y no yo. Después de todo, uno siempre debe sacrificarse por un amigo, aunque ya no pueda llevarse a cabo la amistad en la siguiente mañana. Oí que la señora dijo que saliste bien de la operación, solo estás en un estado de letargo con un poco de antitóxicos y anestesia palpitando en tus arterias, sin embargo, nadie se da cuenta pero el desgraciado de Pablo hace rato que ya desconectó el respirador que me mantenía con ganas de pensar un rato…

En verdad nunca recobré totalmente la cordura desde ayer a la noche, y además, no quiero quedarme minusválido por el resto de mi vida gracias a sucesos obvios y tan factibles de ser prevenidos. Tengo miedo Manuel, así es que no creas que te dejo. Solo recordate que, o era el poste de hormigón armado y luego, el conector de mi aparato exactamente al alcance de mi meñique, o era el auto de Pablo que nos venía de frente y nos llevaba a los dos de un tiro a pagar sus errores en el otro lado.

Texto agregado el 27-11-2009, y leído por 2855 visitantes. (0 votos)


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