27. FIN DEL TRAYECTO
Miranda esperó, esperó durante días, esperó durante semanas junto al cuerpo sin vida de David y junto a María en el mismo estado en el que vino, sin poder hablar ni moverse, sólo llorar, pero sin tan siquiera sollozar. Miranda se levantó una mañana y cogió la espada de María. Le dio la espalda y se fue, entró por la puerta que ascendía a la columna Albina y desapareció en la oscuridad, dejando a María sola en medio de aquel blanco paraje manchado de los charcos, ahora de un color marrón rojizo, de la sangre de aquella trágica escena.
Atravesó la puerta, al otro lado todo era oscuro, le costó mucho tiempo acostumbrarse a ver con aquella luz. Ascendió varias escaleras hasta que de puro cansancio tuvo que parar, llevaba toda la mañana caminando y parecía estar cada vez más oscuro. Se sentó en uno de los escalones de forma irregular y se puso a dormir. Una luz blanca invadió su sueño, era consciente de que aquello ya no era un sueño, y se alegró de ver una cara conocida después de tanto tiempo sola.
- ¡Regeos! - dijo Miranda, el dios Regeos la miraba con cara seria
- Miranda, ya casi has llegado… - dijo Regeos con voz temblorosa
- ¿Qué ocurre?
- Miranda, ¿hacia donde te diriges?
- Ya lo sabes, a los templos sagrados - dijo Miranda
- ¿Y eres consciente de lo que vas a hacer?
- Sí, ya he llegado muy lejos… no me pienso echar atrás
- Ya lo veo, eres capaz de abandonar a tu mejor amiga por conseguir poder - dijo Regeos
- María…estaba…
- Viva, y lo sabías. La has abandonado, quizás ahora si que le quede poco tiempo de vida
- Pero cuando consiga el poder… - dijo Miranda
- Pero no es tan sencillo, y además, puede que para entonces sea demasiado tarde…
- ¿Qué le pasó?
- María cayó en una profunda depresión. Perdió su memoria nada más llegar allí. Para cuando recuperó la memoria David ya estaba muerto y descubrió que Orly no la amaba. Entonces fue cuando la situación de María empeoró de tal forma que quedó en el estado que ves
- ¿Lo mataron? - preguntó Miranda
- ¿A David? – contestó Regeos – Es complicado de decir… Un viaje a otro mundo siempre borra todos tus recuerdos. Partes de cero en una sociedad completamente distinta a la tuya.
- Eso no contesta a mi pregunta…
- Quizás no quieras saber la respuesta…
- ¿María sigue…? - dijo Miranda
- Sí, sigue viva
- Entonces tengo que darme prisa, muchas gracias por todo…
- No, no puedo dejar que te vayas – dijo Regeos - Miranda, el círculo de Heaven ha decidido que no podemos dejar que liberes a las diosas, y estarás de acuerdo conmigo en que es mejor que sea yo quien te detenga, y no cualquier otro
- No me vas a detener, tengo que salvar a María, y pienso continuar… - dijo Miranda desafiante
- No vas a hacerlo, no puedes desafiar a todos los dioses
- ¿Y si lo hiciera?
- Tendré que matarte yo mismo - dijo Regeos afligido
- David tenía razón, los dioses sois…
- Miranda, si liberas a las diosas, tu mundo se puede convertir en un caos, guerra, destrucción… Los dioses no podemos volver a encerrarlas, no serviría para nada si luego alguien como tú va a rescatarlas. Miranda, no tientes a la suerte y retrocede… Las órdenes eran de darte muerte, pero…no será necesario si retrocedes a tiempo
- ¿Todos habéis decidido eso? - preguntó Miranda
- No todos, pero sí la mayoría
- ¿Heaven…?
- El voto es secreto - dijo Regeos
- ¿No te lo dijo?
- ¿Quién te has creído que eres para preguntar ese tipo de cosas?
- ¿Heaven y tú no…?
- ¿Qué tal te van las cosas con Dean?
- Es complicado… - dijo Miranda - No tengo ganas de hablar de ello
- Pues las mismas ganas tengo yo, así que o dejamos esta conversación o lo pasaremos mal los dos
- Pasémoslo mal, algún tema de conversación tenemos que tener, porque voy a pasar aquí mucho tiempo si no me dejas seguir mi viaje
- Mira, no voy a aguantar lo suficiente, y si no tuviese el valor de hacerlo yo, cosa que dudo pues eres una humana más, lo haría otro
- ¿Que tal se le da a Dean?
- ¿Dónde demonios has estado? – Contestó Regeos - hace mucho, mucho tiempo que dejó de ser un dios
- ¿Lo hacía mal?
- No, todavía estaba aprendiendo, pero se le mezclaron muchas cosas
- ¿Qué cosas?
- Lo que les pasa a todos: sabía demasiado, y eso le hacía pasarlo realmente mal. Pero no solo era eso…
- ¿Qué más pasaba? - preguntó Miranda
- No preguntes, de sobras lo sabes…
- Pero quiero oírlo…
- Quería demasiado a una humana
- ¿Qué ha sido de él?
- Sigue teniendo sus antiguos poderes – explicó Regeos - vino directamente a este mundo
- ¿Y por qué no vino a verme?
- Yo no dije que estuviera enamorado de ti - dijo Regeos con media sonrisa
- ¿Qué? ¿Era por otra persona?
- Tampoco he dicho eso, simplemente no te he dicho nada
- Solo dime donde está - dijo Miranda con determinación
- Solo… – contestó Regeos - Está solo, es lo único que te diré. Si quisieras podrías ir con él…
- Él no quiere venir conmigo, ya habría aparecido… además, me trató muy mal y…
- No te busques excusas. Mira, si de verdad le quisieras, volverías corriendo en estos momentos te quisiera él o no
- Ya me mentiste una vez - dijo Miranda en tono de desconfianza
- Sí, y no fue la única, pero eso no tiene nada que ver… puedes creerme o no, es sólo cosa tuya, yo únicamente me dedico a informarte. – dijo Regeos con mucha calma - Si no le quieres lo suficiente como para buscarle es tu problema. – añadió. Miranda quedó mucho tiempo en silencio.
- Está bien, iré a verle – dijo después. Los ojos comenzaron a cerrársele, y cuando los volvió a abrir notó la oscuridad de la cueva.
No pensaba volver atrás, y seguramente esto no se le habría escapado a Regeos, pues él lo sabía prácticamente todo. Quizás no quiso ni siquiera saberlo. Miranda siguió caminando, al final del día vio una tenue luz. Era la salida. En el exterior era de noche, el suelo era claro, ya que era completamente blanco y reflejaba la poca luz que tenía la noche. Anduvo hasta el tronco de un árbol, y pensó que no debía caminar de noche, aunque tampoco quería dormirse, pues Regeos estaría esperándole. Decidió descansar simplemente, sin llegar a dormirse. Pero esto no era tan fácil, Miranda no tardó mucho en caer dormida apoyada en el árbol.
En mitad de la noche, Miranda comenzó a sentirse incómoda. De pronto una sombra apareció sobre ella, la sombra levantó los brazos y en sus manos tenía una larga espada. Sin que se viera un solo ápice de sentimiento, la sombra bajó sus brazos clavándole la espada a Miranda en su estómago. Miranda ni siquiera despertó, murió en el instante. En la espada había una inscripción en idioma de los dioses con letras que parecían hermosos diamantes de color azul oscuro.
FIN
EPÍLOGO
El frío de la noche invadía el lugar. Aquella noche sería más larga que ninguna otra. Los grillos cantando en las tribus Sikas y el murmullo de unos cuantos rezagados paseando por las calles de las tribus Nanditas. En la Columna Albina predominaba el silencio y la calma. En la cima, una pequeña figura llegaba a la puerta de los templos, las puertas eran distintas, pero se unían en un pasillo central que daba a una misma sala. La última heredera de las diosas había llegado al destino marcado por su madre. Shalía había concluido el viaje iniciado por Miranda. Shalía entró a los templos, y en la oscuridad de la noche, un gran resplandor surgió de las puertas, seguido de una oscuridad que sumió al mundo entero en tinieblas.
- ¡Shalía! Shalía hija, despierta… - dijo una dulce voz. Todo fue sólo un sueño, Shalía acababa de despertarse y su madre, Heaven, la había despertado, aquel era un día muy especial, la coronarían diosa suprema. Aquel extraño sueño que tuvo le hizo pensar que algo de todo aquello podía haber sido real. Shalía despertó y fue a preguntar a su padre, Regeos. Pronto pudo comprobarlo por ella misma, todo había sido un sueño: María vivía junto a David en Heavenpolis, eran los últimos habitantes de aquel lugar, solitarios, pero no necesitaban de nadie más. María sentía un vacío en su corazón, sin saber siquiera por qué. Miranda vivía con Dean, ambos eran humanos, y reinaban sobre las Tribus. Lo que Shalía conoció en sus sueños como tribus Sikas y Nanditas, no era así, en la realidad, sólo eran una gran ciudad llamada Las Tribus, de las que se desconocía su historia. Los hombres ahora no morían. Los habitantes de las tribus de Bakal estaban todos vivos, y los germ vivían apaciblemente en Germélion, sin necesidad alguna de moverse de allí. Incluso Ainoa, que esperaría tres años más para ser libre de nuevo, se encontraba ahora en paz consigo misma. Shalía volvió a echar un vistazo a su propio mundo. Heaven y Regeos siempre habían estado juntos, Bakal nunca encontró pareja, y ni siquiera tenía tanto poder como Shalía había soñado. Aquello no era Asué, era Estelari, el mundo de los dioses, vivo, perfecto, creado con el nacimiento de Shalía.
- Shalía, como aspirante a diosa suprema, sabes que deberás juzgar a tus hermanas Minina y Unipuma por todos sus actos. – dijo Regeos - no será fácil…
- Sí, ya he pensado una sentencia, cuanto antes lo hagamos mejor - dijo Shalía acercándose al claro en el que los dioses se reunían comúnmente llamado El Círculo de Heaven. Pronto, si todo iba bien, pasaría a ser El Círculo de Shalía. Todos los dioses estaban presentes, no faltaba ninguno, y en el cielo se encontraban las dos diosas, flotando en el aire, con sus alas dobladas tras su espalda, Shalía estaba en el centro, y todos esperaban sus palabras, hasta que Shalía comenzó a hablar, todo era silencio
- Minina, Unipuma, como diosas, no solo creadoras de la discordia, sino destructoras de mundos, culpables de su muerte, amenaza continua a todo ser viviente… Nos reunimos en la que será la última reunión decisiva acerca de la sucesión del trono celestial para comunicar que, por incapacidad de mis dos hermanas, y por órdenes del círculo de Heaven, yo, Shalía, hija de Heaven y Regeos, asumiré el cargo de diosa suprema hasta que la escasez de poder me lo imposibilite. En cuanto a Minina y Unipuma, debido a sus actos quedarán, a partir de ahora, destinadas a vagar por el espacio y por el tiempo el resto de sus vidas, que por definición son inagotables - Shalía levantó su brazo y las diosas desaparecieron por el cielo, y de ellas… bueno, eso… es otro mundo. |