cocinera 3

No entendí mucho entonces, pero redoble esfuerzos, me probó un mes y al finalizar el mismo, me espero una mañana y me expresó:
—Acompáñeme.
Lo seguí como una penitente, me presentó al representante legal:
—Esta señora será de ahora en más, la cocinera, estará a mis órdenes, por lo tanto le pagará lo adeudado, preparé los papeles necesarios para la firma.
Media vuelta hacia donde aguardaba parada, el me confirma:
—El trabajo es suyo.
Debe haber visto la alegría en mis ojos, pues no me dio tiempo a agradecerle verbalmente y se marcho a su trabajo pastoral.
No sabía, pero más tarde aprendí, “En la pista se ven los pingos” en toda actividad, sea cual fuere el desempeño que uno haga siempre se debe pagar el derecho de piso.
Dí gracias a mis padres, mentalmente, por la educación que me dieron.

Esto que relato se debe al servicio en si y al abrazarlo con alegría no esperaba comprobar como otros se aprovechan de la alegría de servir.
Tuve que enfrentar a una comunidad instalada donde algunos sacan beneficios propios y una gran mayoría reclama por las necesidades de los hermanos. Al ver este sistema y padecerlo no podía creer que estaba trabajando en una Iglesia.
Al vivir y padecer lo que voy a contar, comprenderán mi necesidad de escribirlo y compartirlo con ustedes.
Luego de varios problemas con la comunidad, corté por lo sano, hice un último servicio para las fiestas de todo el personal de escuela. Trabajé hasta agotar toda mi energía, preparé docenas y docenas de empanadas y otras tantas de pasteles de membrillo y de batata, una vez concluida la tarea almacene en cajas; empanadas y pasteles envueltos en papel manteca y cerré todo. Un poco más de esfuerzo me exigí, tenía que separar los gustos, así que pensé: coloco arriba los de membrillo y abajo los de batata, me van a preguntar ¿Cuál es cuál? ¡Que adivinarán!

SIGUE... YA LLEGA EL FINAL