Ana Laura Cirano ayudada por su ancha sonrisa abrió las puertas del ascensor del hotel, encanto y electricidad, encontrándose con un hombre que lleva a otro totalmente borracho colgado del hombro. De todas maneras entró al bólido, pues en realidad le pareció divertido agregar a su destino la gracia de ver consumarse un hecho tan grande de compañerismo en un viaje tan breve.
Pero en medio de este ambos se separaron para asaltarla.
Como es lógico Ella se resiste ofreciendo gran resistencia, haciendo que golpeen contra las paredes, pero el aparato se detiene antes de arribar quedando atrapados entre los pisos. Entonces las cosas cambiaron pues intervinieron las autoridades dueñas del comercio. Lo que hiso que Ana sea amenazada si por tal caso revela la verdad.
En el intervalo en que se soluciona el desperfecto, se mantiene una conversación con las agentes de seguridad, donde argumentan estar apremiados por el tiempo pues deben acudir con urgencia a un evento donde son muy esperados, cuestión que no bien las puertas se habran puedan huir con la dicha excusa sin ofrecer demasiadas explicaciones.
Mi gran afán es poder pasar la odisea haciendo trisas el tiempo imaginando que esto nunca sucedió; pensó Ana muy aterrada. Quisiera poder levantar las piernas para darle una patada en las bolas a estos tipos y gritar lo que pasa, pero han golpeado tanto mis riñones con sus puños afilados quedando paralizada en el infierno. Si salgo con vida de esta, al amanecer para ir al baño voy a tener que usar los patines. Pensaba: Alguna vez me tomaron como esposa pero ahora valgo menos que una vaca en el matadero.
Aunque ella les roe la cabeza, haciendo gestos de que estaría muy descompuesta a punto de morir, usurpando sus mentes perversas consiguiendo que pierdan el asqueroso disfrute que igualmente sienten ante la consumación del propio mal.
Así fue como perdieron el hilo de la conversación, entrando en llamativas flagrantes contradicciones, que de todos modos quedaron en suspenso.
Uno de los hombre le susurró a los oídos palabras escalofriantes diciendo incoherencias.
-Soy un pervertido, a mis labios les hace falta una esposa obediente que ya no puede volver a gritar.
Al cabo de veinte interminables minutos, cuando se pudo solucionar el problema, salieron raudos sin ofrecer demasiadas explicaciones. Van saliendo codo con codo, en formación donde Ana permanece en el medio atontada y levemente sujetada.
Cuando atravesaron el umbral del establecimiento, al volver en si, pudo sentir que sus captores desaparecieron cual fantasmas, como cuando se levanta el telón de la opera.
Hubo ocurrido que metieron sus cabezas en unos lazos de hilo de nilón siendo colgados al estilo del lejano oeste.
¡Que bueno! dijo para sus adentros al momento que fue rescatada por el grupo de la policía llamado Alcón. |