Gustaba recargarme en la puerta, levantar la mano y sonreír a la gente al mismo tiempo. Alguno respondía y se acercaba. Minutos después hablaba de su dolencia, y preguntaba de algún remedio untado, pues el tiempo de aguas y frío son un buen caldo para las reumas. Uno de ellos, me contó algo diferente. Vestía de blanco como los de su raza. Morral al hombro y en su cara no podía ocultar la satisfacción. Empezó a decirme que vivía retirado, dos horas caminando rápido, que sembraba chile, maíz y que a él le gustaba viajar y conocer. Pensé si sería un “volador” es una danza milenaria, que ejecutan en las entrañas del cielo, pidiéndole a Dios buenaventura para sus cosechas. Danza muy conocida. Un volador recorre el mundo enseñando su arte.
“Desde mi rancho vengo a vender, en otras a comprar, pero me doy tiempo para ir a la iglesia, a rezar por la familia, por el maicito, pero también me digo y esta casa tan grande ¿cómo la habrán hecho? ¿ cómo fue que tallaron esta piedra tan dura? y tantas pinturas del Niño Dios, esos vidrios, que cuando pasa el sol cambian de color, cómo los hicieron? Y la mano que traza, que pinta, ¿quiénes fueron?, ¿vivirán sus hijos? Luego me doy a ver las casas grandes y desde algún lugar fisgoneo que están repletas de muchos muebles y vitrinas. Yo no necesito tanto, si al fin y al cabo no te vas a llevar nada. La casa de Don G hasta dos pisos tiene, ¿tendrá mucha familia? El curato, también es una casa grande, y nada más vive el señor cura, bueno pero allí guardan todos los papeles de los que han bautizado. Me ha dado por viajar, conozco todos los pueblos, me canso, pero voy a verlos, el más lejos es Qoetz, me hice como cinco horas caminando, pero divisé cosas que nunca había visto. ¿Verdad médico que soy un indio bien paseado?"
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