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QUIMERA
Era un camino lejano y olvidado, pero sin embargo, un camino nuevo, fresco y palpable ahora, para el hombre viejo que miraba con fuerzas la tierra olorosa que se llevaba cerca de su alma para otra vez amarla ; para nunca despedirla.
No se dio cuenta de esas lagrimas en sus ojos. Al poco , la tierra se humedeció y sonrió en un aroma de lluvias mansas que le fueron regalando recuerdos nítidos y reales con detalles que atravesaron su conciencia en una suerte de osmosis mental, a tal punto que el viejo perdió el horizonte del tiempo y se dejó llevar, sin resistencia, por la levedad de aquellos aromas que viajaban junto a el ,en la luz de su infancia.
Abuelo ¿ Por qué estas callado?
No tengo deseos de hablar, muchacho. Se me vienen los tiempos arropados de recuerdos y muchos de ellos, destruyen mi vida actual, no los puedo soportar cuando pasan y me dejan esa sensación de no haber hecho lo correcto
Eso significa, abuelo, que estas desconforme con tu vida y que ahora sufres por lo que no hiciste?
En cierta forma, si, muchacho, pero la cosa es un tanto difícil de expresar, para no dejar la idea de que estoy desconforme con mi vida pasada y con lo que soy ahora.
No puedo diferenciar claramente esto abuelo, pero si no te molesta y si no estas muy desganado, me gustaría que me lo explicaras de otra manera.
El muchacho lo miro con ojos vivaces y llenos de expresión y juventud. Se apoyo sobre un montículo de tierra cubierta de pasto húmedo, recién ramoneado. Su codo pincho la hoja de un poleo. Salieron gotas aromadas de tardes silvestres
El abuelo le dijo: ahí esta la cuestión nieto mío. Se trata de tener ganas, de poseer la fuerza espiritual para tomar nuestra vida pasada y levantarla sobre nuestra cabeza y lanzarla lejos para que siga su trayectoria en el camino de otra orbita, muy lejos de aquí, muy distante de mi cansada piel mental; porque si aquellos recuerdos me rozan cuando me duele el cuerpo y estoy sufriendo en mis huesos el peso de los inviernos y aun estoy vivo y aun tengo mucho por hacer, porque tu estas joven, porque aun tengo que comer, porque aun no comprendo la existencia. Entonces ese roce, nieto del alma, entonces ese roce me hace mal, me pone mas desganado y me quedo en la superficie de mi mente, arañando su piel para buscar un lugar seguro donde poder respirar, así, como en aquellas noches de luna, cuando miraba la paz en el aliento de las estrellas.
Pero si esto lo tienes aquí, abuelo, yo te veo tranquilo. Te miro y pienso que me gustaría llegar a tu edad y verme como tu. Te veo en paz. No tienes problemas de salud, salvo los achaques propios de tu edad. ¿ Cuantos años tienes abuelo? Cumplirás 98 el próximo año, verdad?
Tienes razón, pero el espíritu no lo podemos sacar de algún lugar determinado y dejarlo reposar sobre el pasto, para , en su equilibrio, cuantificar las penas y contrastarlas con las alegrías ; y luego determinar la vida de un hombre sobre la línea del bien y la paz o sobre la línea del mal y el desorden. No mi querido muchacho, el espíritu anda suelto y no obedece ordenes ni se deja atrapar para ser evaluado , ordenado y clasificado.
No mal interpretes, abuelo, quise decir que para mí, tú eres un hombre sereno y en paz. No dije que lo fueras para ti y eternamente.
Volaba el cielo en un azul de alas quietas, El cerro se veía nítido, incrustado en el cuerpo de la madrugada. El viejo y el muchacho miraban para el sur, el cerro estaba quieto, a la distancia parecía humedecer el horizonte a cada latido de su corazón vegetal.
Como así parece ,el espíritu tiene momentos de absoluta felicidad, aparentemente desvinculada con todo, pero sospechosamente arraigada a nuestro ser individual y colectivo. No se puede atrapar esta alegría, como tampoco podemos definir a nuestro espíritu. Pero él es guardián celoso de nuestro actuar como individuo.
Quieres decir, abuelo, que yo soy un hombre feliz, porque aun no me vinculo a la vida colectiva, por tanto no soy parte del sistema que atrapa a los seres humanos y los obliga a decir y hacer cosas que después de todo ,no los hace felices.
Pero yo no dije eso, muchacho, no he relacionado la felicidad con las consecuencias que experimentamos al pensar y al actuar con relación al todo. Pero, creo, tienes razón, también se podría ver de ese modo la cuestión. Cuando era muchacho mi campo de acción y mis experiencias tenían un cerco limitado a mi mundo familiar. No conocía la relación de pareja ni tampoco evidenciaba a diario el desarrollo de los acontecimientos en el mundo con su compleja maraña de mentiras, muerte y poder. Tampoco tenia la urgencia de hacer cosas para la familia. Urgencias como comer todo los días, vestirse y movilizarse. En fin ¡ urgencias para no ser otro pobre más. Arañar las paredes para sobrevivir, como suele hacerse. Vivir así me mantenía feliz.
Entonces, me estas diciendo, abuelo, que el hombre depende para su felicidad, de tener o no tener solucionada sus necesidades básicas de vida, como también, vivir sin vínculos con los demás, sin compromisos y sin experimentar la amargura de vivir en un mundo contradictorio y muchas veces enfermo. Vivir, entonces, con los sentidos cerrados al ajetreo diario de la humanidad, ¡eso hace la felicidad¡
En cierta forma si, muchacho, pero hay algo mas profundo que eso y que esta evolucionando en la esencia de nuestro ser y que nos lleva a ser y vivir contentos, aun siendo conscientes actores del conflicto de la humanidad.
El abuelo miró lejos , . Allá venía un hombre campesino
Te das cuenta que aquel hombre campesino, que viene bajando del cerro, parece no tener problemas , parece que sólo una línea existencial trazara su conducta de vida. Me da esa impresión por su forma de caminar. No titubea en cada zancada mientras baja el cerro. Mírale la mano derecha, lleva una varilla que golpea contra su pierna cada tanto, parece nervioso
Buenos días Temo ¡ qué andas haciendo tan temprano por estos cerros?
.Buenos días, amigos. Busco a una vaca clavela que se me perdió ayer tarde. La busqué cerca de casa y por los potreros del norte, pero se me perdió el rastro entre los pajonales. Es lobaza la diabla, porque estuvo todo el invierno pastoreando los coirones, allá en las Reservas.
Por aquí no anda su vaca, amigo, pero si la vemos le echo los perros para que aprenda.
Buenaza idea, pero que no la lastimen mucho, porque todavía da para la mantención y es la única que tengo. Hasta luego amigos ¡
Allí quedo la mañana, amansando los diálogos del viento, acorralando las nubes al costado de los cerros. El abuelo se quedó en silencio buscando, quizás, una relación entre la naturaleza de cada problema humano, la significación en sus espíritus y la determinación de su modo de vida, creando, o no, un destino para cada individuo.
En que piensas abuelo.
En nada muchacho, solo miraba el rocío que, parece, anda buscando la hierba azul para vestirla de humedad. ¡Que feliz debe ser esta madrugada, teniendo tantos elementos caminando sobre su piel ¡ Veo que cada manifestación natural carece de objetivo. Pareciere que tan solo vive, y que este hecho crea una cadena de poder y belleza que contiene todo, que perfuma toda las flores y le da su movimiento al universo. Es en realidad el propio movimiento.
Por qué, entonces, en medio de tanta sincronización, y en el interior de tanta armonía, en el torbellino de todo los aromas y los colores; estamos nosotros viviendo una pena personal que nos ocupa toda la mente, que nos atrapa toda la energía, que nos limita a la dependencia de nuestros pensamientos, en un perverso juego de un Yo descontento y sufriente?
Te puedes explicar eso, muchacho ¡
Mientras estamos aquí entre los cerros y el cielo, en el susurro de las abejas y la pasividad del camino acumulando tiempos en una transmutación permanente. Aquí a tanto sol, aparase un hombre cuyo único problema es su vaca desaparecida. Y sin embargo es su problema existencial, tan importante o más que mi propio problema, ya que lo mío es abstracto, es difuso donde no hay hechos concretos que sólo son pensamientos adentrándose por los vericuetos del pasado y olfateando a cada tanto los reflejos de mi existencia de viejo.
Pero tu vida ha sido linda , abuelo, haz aprendido a conservar los bosques de roble haciéndoles un manejo que lo haz aprendido en los libros de tu sensibilidad ecológica , dejando en cada sitio forestal los individuos más hermosos para conservar la especie y dejarla como testigo vegetal de tu inteligencia campesina . y mejor aún , nos haz enseñado a nosotros , tus nietos, los detalles del manejo comercial que se necesita para administrar estos recursos .
Con esto dejas en nosotros la perpetuidad del aroma de los cóguiles salpicando la sonrisa de Coihues y Mañíos . Nos enseñaste , también , a vivir el silencio de las tardes de zorzales , cuando en su canto de despedida al día , los cerros y el cielo nos llenaban de contento .
Tardes de miel , de cercos lejanos cortando el lomo de los potreros –
Gracias , muchacho , por verte tan feliz y porque me das la seguridad , que tras de mi estos campos seguirán respirando eternidad , porque habrá , por siempre ,alguien que plantará otro árbol y abrirá otro surco para que la semilla de la vida siga embelleciendo el corazón de los hijos que vendrán .
El nieto estaba quieto , lejano en el silencio de su alma ; cuando una vos dura y raspante le cortó de cuajo sus pensamientos .
Vamos bellaco , le dijo el abuelo , deja de soñar y ponte a trabajar .
Dijo esto y se retiró . Su cuerpo estaba enfermo .No había nada en él que guardara un poco de felicidad .
Hoy a 40 años de aquella tarde , estoy sentado en la parte más alta del cerro del campo vecino al de mi abuelo y recuerdo aquellos sueños que soñaba , donde veía a mi abuelo conversando conmigo .
Esta tarde me hiere en los oídos cuando siento la caída estruendosa de los robles que sangran savia cuando su cuerpo de corteza jaspeada de blanco se hunde en las grietas de barro que zanjan el cuerpo del camino que los conduce a las canchas de acopio .Bosques de mi infancia cayendo mudos sobre mi dolor
Los últimos aromas de estos gigantes se iban mezclando con el resuello metálico de las motosierras . Allí se trituraron mis sueños y mis diálogos con mi abuelo , los que nunca existieron y terminaron de hacerse añicos, cuando uno tras otros se iban muriendo los gigantes semilleros de mi infancia .
Quise hacerme un Dios , para detener este curso se savia muriendo y quise volver a ser niño para segur caminando por mis potreros salpicados de quinchamalí .Pero no pude detener la muerte .
Me acordé de Neruda cuando dijo “Hay¡ quien pudiera detener el curso del río de la leña , desandar el camino , devolverlos a la selva y esperar......”
Miré hacia el cerro que estaba a mi espalda y pude ver a los robles y coihues bellos y sanos , quizás esperando otro Dios , más sensible o tal vez más real para que sus manos se siembras esparzan las semillas de la sensibilidad ecológica sobre los surcos vegetales de otros hombres .
No sé¡
Después de tantos años de esto .Estando con mi hija, la miré y me dijo: Papá “las semillas de Jacaranda que sembramos ya están germinando” .
¡ Que bueno¡
FIN

Texto agregado el 25-11-2009, y leído por 280 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
28-02-2010 Hermosa historia malaya
06-02-2010 Con esas semillas de jacarandá que florecen esta brotando la utopia, ahora solo hay que regarla todos los días. Espero que no desaparezca el comentario, este último tiempo me suelo pasar a menudo ¡cosas raras de la informática que nada tienen que ver con el buenhacer y escribir! maravillas
24-01-2010 Amigo, es una hermosa narración llena de mucha fuerza poética y espiritual. Cada figura literaria plasma un pensamiento profundo de vida y muerte, y el texto –todo- se convierte en una reflexión de tipo existencial donde se sopesa lo bueno y lo malo, lo humano y lo divino. Genial, la figura del abuelo como representación simbólica de lo eterno, de la sabiduría de lo que NO SE CORROMPE sino que se erige –cada vez más – como bandera que ondea en el espíritu de la humanidad. Se plantean preguntas y respuestas que hacen del contenido de esta narración-reflexiva un texto profundo para no olvidar. Un lenguaje precioso y bien usado, ayuda al lector a visualizar aquello que el escritor anhela que se vea: “la paz en el aliento de las estrellas”. Interesante, el mensaje que se puede condensar -como corolario- en esta inteligente reflexión: “…por tanto, no soy parte del sistema que atrapa a los seres humanos y los obliga a decir y hacer cosas que después de todo, no los hace felices.”, de antología. La frase de cierre, señalada por la hija del escritor: “papá “las semillas de Jacaranda que sembramos ya están germinando.”, como símbolo de la esperanza que no debemos permitir que se escape de nuestras almas porque, al final de cada evento, la vida continua. He disfrutado muchísimo esta lectura. Felicitaciones y un abrazo fraternal, amigo. Sofiama
27-11-2009 que trae tardes... manndrugo
27-11-2009 Esta historia, potente y llena de belleza, me dejó vibrando en esa sabia triste de los robles que desaparecen, pero también feliz dentro al aroma de esa hojita de poleo que tare tardes silvestres. Saludos, y que sigan germinando los jacarandá! manndrugo
 
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