“Sé que me persigue. Lo he sabido desde siempre. En algún momento aparecerá frente a mí y yo no sabré esquivarla porque desconozco su rostro y su identidad. Empero, sé que existe y que fue creada para acabar conmigo en cualquier momento. Es peor que la muerte porque cuando aparezca, mi mundo se comenzará a caer de a pedazos, su risa sarcástica será como un potente ácido que se esparcirá por mi entorno y comenzará a corroerme las ideas, me transformaré en una caricatura de mi mismo, me esclavizará y ese sometimiento será largo y penoso, finalmente, me rendiré a sus designios y estaré condenado por siempre a habitar sus crueles asimetrías.”
Me agazapo antes de cruzar la avenida, un vehículo pasa raudo delante de mí y alcanzo a distinguir a una mujer que va en ese vehículo contemplando el paisaje. Un escalofrío me recorre el cuerpo. Y si fuese ella que me busca con sus ojos insondables. ¡Ay que martirio!
La Plaza de Armas bulle de gente que va de allá para acá y de acá para allá como marea interminable de pieles y huesos revestidos con las diferentes modas preestablecidas. Anochece. Las luminarias comienzan a encenderse y yo, que me plazco entre las sombras, me aterro y ocultando mi rostro con las manos como un indefenso vampiro atacado por los rayos solares, busco un oasis de sombras entre los árboles. Al frente mío se yergue la Catedral, antiquísima construcción que impera con su arquitectura de reminiscencias neoclásicas. Esquivando a tientas a los transeúntes, cruzo la plaza y me introduzco en el templo para guarecerme en la semi penumbra. Mis pasos, sigilosos, son amplificados por los ecos que se originan en la abovedada construcción y se entremezclan con los susurros y voces acalladas por el respeto y el recogimiento. Me instalo en el rincón más oscuro. Una mujer se desplaza con lentitud y se detiene frente a un Cristo de rostro implorante. Las imágenes me provocan pesadillas, las rehuyo por un asunto inexplicable, me conmueven y…reparo en una estampa de la Virgen María que me está mirando fijamente y en sus ojos grandes, oscuros y profundos se dibuja una suerte de regocijo. Lanzo un alarido, me levanto y huyo, pasando a llevar a un anciano que ni se inmuta ya que parece dormitar. Cuando salgo a la calle, aún rebotan en el interior los ecos de mi espanto…
...Curiosas personitas éstas, hablan, lloran y claman a figuras de yeso con cara de martirio, surcadas de llagas o atravesadas por flechas. Cómo si fueran pocos sus propios sufrimientos, acuden por consuelo a quienes jamás los escucharan. Me dejo llevar por el instante, olvidando tan solo un segundo mi propósito, como si algo, una extraña fuerza interna me hiciera perder mi objetivo, él con un brusco movimiento y casi derribando a un abuelo penitente salé del templo y de mi vista.
Se inicia una vez más la cacería, veo como apura el paso y la distancia imagino los latidos de su corazón, rápido, cada vez más rápido sintiendo mi presencia, sin mirar atrás por temor a convertirse en estatua de sal, camina más rápido, ya casi corre. Yo lentamente lo sigo, total nunca ha podido huir del todo, siempre hay algo suyo que me dice como encontrarlo.
De pronto, un ruido de trueno nos paraliza, se acortan las distancias, él se devuelve y por primera vez clava sus desafiantes ojos en los míos. Me golpea su desafío, me enfrenta, me recorre, ya me recuerda. Me ha visto en sus sueños, en sus peores sueños, en los que aparece doblegado, subyugado y amado nuevamente.
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Dejó caer mi risa como un torrente de agua dulce, se estremece y la esquiva, aún me desafía. Respondo su desafío con una fuerza capaz de derribar cualquier trinchera, tambalea. Me reniega, trata de aniquilarme con argumentos de sobreviviente, no los creo y no los compro.
Que batalla, fuerzas antagónicas, duelo donde no habrán vencidos ni vencedores.
Cae el aguacero, enfría la contienda, la lluvia nos posee.
Me mira por última vez, pero ya casi sin miedo. Percibo algo diferente, ya no quiere huir, aminora sus pasos, me invita, me seduce, me llama ... acudo.
Seis de la tarde, cristales empañados. Concierto de truenos y lluvia, se inunda Santiago.
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