La brisa suave, me abofetea, me tumba contra el suelo, me derrumba, pero me sostengo en las flores de macachines, siento una ternura incomprensible, las piedras que rompieron mi ropa, y desgarraron mi carne, son exquisitos cuarzos, los cuales colorearon su traslucida y pura trasparencia con mi sangre inmunda y maligna, que quizás ni siquiera sirva para fertilizar el simple, pero majestuoso verde sobre el cual me encuentro. Todo es calma, la armonía se ve interrumpida solo por mi existencia, este trozo de terreno, de paisaje, de mundo, se ve perturbado con mi existir, las gotas de sangre de mis codos, rodillas, cara y manos, son solo una parte de lo que está fuera de lugar, el resto, son mi alma y mi urgencia por no estar.
Hermoso lugar, lástima que piense, pues, si me dejara llenar por el cosmos que me nutre, me protege, podría disfrutarlo sin más, pero la razón, toma el control, ya no hay suave brisa, ni macachines, ni cuarzos, solo hay un hombre asustado, el cual ataca a los que le brindan ayuda, ni siquiera mierda, es un hombre enfadado, pues ella es útil, y el hombre no.

Pero el mundo esta ahí, esperando que lo conozca, deseoso de que lo recorra sin apuros, y disfrutarlo palmo a palmo. Tiempo atrás pensé que la vida era efímera y hoy me doy cuenta que no, ella es interminable, solo que cuando no la aprovechamos nuestros cuerpos se sienten agotados y necesitan descansar, para continuar el viaje
Me encuentro más calmado, y miro mi entorno, veo que aquellas heridas sangrantes no son más que rasguños que yo me provoqué al enojarme, con los cuarzos que estaban bajo el manto de macachines. Me arrepiento de la desesperación, pero los rasguños aquellos, que antes consideré heridas mortales, no sanarán tan fácil, pero quizás mucho más rápido de lo que sanaré yo.
Es tan linda la vida que no puedo permitir desperdiciarla pensando en la muerte, ya que ella llegará cuando sea tiempo, ni un segundo antes, ni tan siquiera uno después, sino, en su debido tiempo.
Espero seguir lúcido hasta ese momento, y que esa lucidez me permita valorarte mejor vida mía.
La calma es estupenda lástima que la pierda. Te quiero más de lo que te puedo demostrar, y quizás nunca pueda hacértelo saber. Sos tanto que me incomoda tu vitalidad, si tú no la tienes quien la tendrá.
Si pudiera, no te dejaría ir, yo soy el que te piensa como una solución posible, pero no por desdeño sino por amor.