No quiero que sea sexo por desempeño o que me ame por lo que digo o escribo. Cuando es uno el que escribió el guión, es fácil hablar y moverse en el escenario. Y habitualmente, segundos antes de cerrar los ojos, ellas preguntan si las amas, un parpadeo constante entre pétalos de margaritas que caen con el ¿me amas? ¿No me amas? Me la juego por ser sincero.
Abro la puerta de mi habitación y extiendo mi brazo derecho invitándola a entrar, exhibiendo el sector verde y colorido de plantas y flores que sé que es bello.
- ¿Por qué me trae aquí?
- Aquí vivo.
- Ah, es para que me acostumbre al color de las paredes donde estaré.
- ¿Y dónde quisieras estar?
- No sé. Nunca he estado ahí, pero tengo imágenes.
- Acá puedes tener lo que desees.
- Donde estaba también.
- ¿Y qué tenías ahí?
- Hasta el momento, lo mismo que acá, claro que sin la música, sin las luces, sin esa cama de 1, 2... 6 lados.
- Hexagonal.
- Sin eso, y sin el jacussi que también es hexagonal. Debes haber comprado todo en un combo hexágono.
- No te entiendo. Tú me dijiste vamos. Y no soy ningún niño, eso es ir a la cama.
- Ay, pero usted que es escritor o poeta, no sea tan pobre en talento. ¿Por qué hace una elipsis esquivando lo mejor de lo que pudiera llevarnos a la cama? Gástese un poco si me quiere.
- Perdona, y lo de elipsis, ¿de dónde lo sacas?
- De mi profe de lenguaje, la seño Vero, que nunca hubiera pensado que usaría sus enseñanzas para estos menesteres.
- Ya te dije que me encantas, pero ahora más.
- ¿Y por qué sería? ¿Acaso encontró un tema en común?
- Claro, el lenguaje, recién te puedo decir que a veces me tratas de tú y otras, las que me tratas con ironía y juego, de usted.
- Me gusta el juego y me gusta usted.
-¿Tratarme de usted?
- No weón, tú me gustas, pero puta que eres raro.
- Lo sé. Y tu me gustas, incluso me gustas cuando me tratas de usted, es como si me cuidaras, que fuera algo especial para ti.
- Lo eres. Es que aquí no sé quién salva a quién. Te puedo salvar de tus poemas tristes, pero no sé si logres ser feliz conmigo.
- ¿Por qué?
- Porque en lo triste no me la gana nadie.
- Me hiciste acordar de Mafalda, un dibujo...
-Noo, no puedes ser así. Además era Guille el que decía “¡A mi a cadiñozo no me vaz a ganar!”.
- No, no puede ser. ¿No me digas que leías Mafalda?
- Perdón. Todavía leo Mafalda, es como leer cartas de amor de alguien que ya no está contigo.
- Pero leer cartas de amor es distinto, es como triste, y cuando se lee Mafalda nadie sabe de qué se ríe tanto uno.
- Ya le dije que soy triste. Y sí, leer Mafalda es como leer antiguas cartas de amor, uno se alegra y se pone triste a la vez. Me alegro porque me las escribieron, pero ya no está el que lo hizo ni el sentimiento. Y el mundo mágico de Mafalda se hizo humo.
- Y ahora. ¿Estas triste?
- Obvio. Porque estoy en tu cuarto, con los pies cansados, con la boca seca, sin un trago en la mano, con ganas de que la ducha de mañana tenga algún sentido, que algo de piel ocurra.
- Perdona, que mal educado soy. No te he ofrecido nada. ¿Qué te sirves? Vino, cerveza, piscola, ron, pisco sour (es mi especialidad)
- ¿Tienes whiskey?
- No, lo siento.
- Tonto, si tampoco me gusta. Me encanta el amaretto, pero supongo que tampoco tienes. Dame una copa de vino, pero antes, ¿me darías un beso?
- Es lo que deseo hace horas, pero con lo de la elipsis pensé que el beso sería el premio.
- Digamos que es un antici… mmmm.

Me gustó, tienes la dulzura y la fuerza, cosa rara en los hombres. ¿Quién te enseñó a besar?
- Alguien como tú.
- O sea, ¿buscas un clon de esa mujer?
- No, me refiero a una mujer triste. Y sí, yo la amaba y ahí la dulzura, pero ella amaba un amor perdido, por eso la fuerza, para demostrarle que yo era mejor. El ying y el yang.
- Prefiero dulzura y energía, suena mejor. ¿Por qué esa cara, de qué te acordaste? Además de la besadora.
- De una frase: “endurecerse sin perder la ternura”.
- Ah, si la conozco. Pero el que la dijo, quedó tieso más que duro. Ya oh, si sé que era un mal chiste, compañero.
- Me pareció muy bueno. No me río sólo porque me sorprendes cada vez más.
- Malo que te sorprendas, eso indica que esperabas menos.
- No esperaba menos, sólo me conformaba con menos.
- O sea, ¿ya hizo el balance completo?
- Sí. ¿Te puedo hacer una invitación?
- Diga.
- ¿Qué piensas hacer los próximos 50 años?
- Wauu. Te parece que antes de contestar me termine la copa de vino y nos vamos a la cama. La vida tiene tantos lados como tu hexágono y quiero probar antes de responder.