¿Cómo explicar el final?, ¿se puede?,ni fue parecido a lo que la mayoría pensaba allá, por el 2000 ó 2150, nada que ver, decididamente nadie comprendió cómo sucedería.
No tengo mucho tiempo ¿si?, Dum va a venir a buscarme y debemos salir volando hacia Bora Bora, último lugar a salvo en la tierra, y cuando digo último se me hiela la sangre.
Todo empezó el día 22 de enero de 2201, recuerdo que estábamos con Dum esperando que se hiciera la hora, el problema era matar el tiempo, la gente tenía interminables horas a su antojadiza disposición, era infernal, veíamos por las calles cientos de personas de aquí para allá sin rumbo, intentando engañar su eterno aburrimiento. “Dame una de tus pastillas Ernesto”, dijo casi furiosa mientras revolvía su cartera. “Dum, te las dí todas ayer, no me jodas”, expresé. “Ok Ok, me voy a calmar ¿está bien?”, intentó regular la respiración, “vamos a ir por esas malditas grabaciones, volveremos al canal y luego a la playa, estoy agobiada”, sacó un pañuelo fucsia y lo pasó por su frente.
Richi y Nuno aguardaban en el plató, cada cual sabía lo que se jugaba,pero cada uno disponía de una forma distinta de enfrentar la angustia. “Ernesto, será mejor que se apuren brothers, la jefa está al tanto de todo”, murmuró uno de ellos al oido, (los móviles ya formaban parte del organismo, ¿lo recuerdan?). “Estamos en ello ¿si?, dile que yo nunca fallo, por eso me mandó aquí, así que tranquilos”. ¡Pelotudos! Pensé. De inmediato diagramé un segundo plan, era obvio que ni Borja, ni David, acudirían a la cita, seguramente habían vendido la información por más bonos banners, pero sabía perfectamente donde irían.
“Oye Dum, ¿dónde está tu Liebre?”, (especie de moto de agua muy veloz para cualquier superficie), “En la segunda planta, ¿por?”, “Sólo sígueme, no preguntes”, y ambos nos precipitamos por las escaleras mecánicas. Tomé la autopista sabiéndo que en la tercera salida tendríamos que desviarnos, era viernes, busqué la rotonda y giré hacia el puerto donde estaba el bar de Hassan. En el cruce de la tercera esquina apenas pude cambiar de carril y sortear el vértice de otra Liebre más lenta, pasé rozándola, “Ernesto, que ya está bien eh”, gritó Dum, sujetándose más fuerte a mi cintura. De pronto una tromba de lluvia caía por todas partes, aminoré la marcha, pero fue tarde, mordimos el cordón de la vía y fuimos a dar contra unas plantas. “¡Ernesto por dios!”, “¿Estás bien Dum?”, descontrolada maldecía, pero se la veía entera. “Ok, estamos sólo a dos calles, vamos, corre, ven”, y nos lanzamos a toda prisa empapados. Alejandra sabía a lo que íbamos, me conocía desde que entró en la barra a poner tragos, le había avisado en el viaje , cuando me miró, señaló al final de la sala y balbuceó “Están allí”, sin detenerme respondí “ Un día voy a casarme contigo” y le lancé un beso. La música sonaba fuerte, algunos bailaban.
Nos sentamos sin permiso, ambos sonreían, “Sabía que llegarías antes que Robert, la gerencia de Zen no va muy afinada, tú me caes mejor que ellos” soltó David, “Y tu jefa está más buena”, agregó el otro, reían a puro alarido. “Pibes, ¿son boludos? Si querían más pasta me lo hubieran dicho, saben que puedo hacer eso”, reproché. Borja me enfrentó acercándome su rostro, “Oye tio, no te pases de listo, sabes que no es eso, o sólo eso, te vamos a entregar archivos que demuestran que no hay retorno, ¿para qué queremos los super banners?” dijo mientras me apuntaba con el dedo índice. Luego se alegró para completar “Bueno, algo de tiempo aún nos queda, danos lo que te pedimos…por tres”. “Estudio los documentos y lo hacemos”. A los diez minutos había hecho la transferencia. “Saludos a tu jefa”, pude escuchar al salir.
“Busquemos la Liebre, debo hacer tres llamadas y ya terminamos”.
Sobre la noche del lunes salió al aire todo, al instante el planeta entero conocía el principio del final. No era una catástrofe, ni un virus mortal, ni una desgracia exterior, nada de eso. Puse la verdad ante sus ojos y ¿qué crees que pasó? Ab- so- lu- ta- men- te nada.
Dum llegó, lo siento.
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