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Tenía veinte años desde hacía más de veinte años… Veía como las gentes se iban y venían así como la respiración. Puede que todo sea como la gran respiración, como un círculo de radio infinito. Mis padres estaban hacía muchos años bajo todos mis sueños, enterrados, aunque no sea la palabra exacta... Entendí que no tenía nada más que a mi respiración en mis veinte años eternos cuando una señora o señorita de ojos azules y pelo rubio como el sol dijo ser mí otra mitad… Cómo lo sabía, le dije. Me contestó que hacia veinte años soñaba con este instante en que se encontraba con un hombre eterno, de a veinte años… Miré su cuerpo y era hermosa como una diosa. No será una diosa, pensé y eso le pregunté. Dijo que no lo sabía, quién sabe, agregó, pero de lo que si estaba segura es de que era una gran soñadora. Le cogí las manos. Tenía los dedos muy grandes y la palma de sus manos sudaban. Apenas dimos unos pasos por todo un desierto de círculos de gente y aves y planta y tierra cuando del cielo bajaron veinte seres de rostros extraños, así como los cuadros de caras sin vida. No tenían sexo. Ángeles, pensé. No, respondieron… Nos tomaron las manos y subimos hacia una especie de barco de metal dorado. Dentro encontramos a veinte personas con los ojos de varios colores y de pieles diferentes y de tamaños también… Entramos y caminamos como si fuésemos hermanos o amigos o simplemente animales diferentes. En una especie de coliseo o estadio sin gente por ningún lado encontramos dos camas muy pequeñas como para dos personas. No sé por qué, sentí lanzarme sobre una de las camas. Parece que todos sintieron lo mismo, pero fui yo quien primero llegó. Uno a uno vi que caían sus cuerpos sobre el mío, metiéndose dentro de mí. Fue extraño. Me sentí acompañado. Reí y sentí que todos ellos reían conmigo. Miré la otra cama y vi el cuerpo de una sola de las mujeres… Nos juntamos y nos dimos un abrazo. Ella abrió la boca y yo la abrí y la pegué sobre la de ella. La respiración. La respiración nos envolvió, metiéndome dentro de ella o ella dentro de mí… no lo recuerdo, pues, apenas cerré los ojos estaba soñando, soñando, soñando cosas tan bellas como cuando tenía veinte años… hasta volverse todo dorado, así como el color de fuego que todo lo quema, lo cambia, para siempre…

Texto agregado el 23-11-2009, y leído por 195 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
23-11-2009 mis***** parafuso
23-11-2009 Què bello. Me ha gustado mucho. Demasiado. rhcastro-
 
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