Debajo de la tierra hay un tesoro esperando tranquilo, son las lombrices que necesitamos para sacar al pez del agua.
Sus manos huyen del acercamiento, se disparan a lo profundo del bolsillo. Aplaca sus gestos e intenta evadir la acusiante conversación, pero el sonido del idioma salido de la voz de una mujer sensual le taladra el oído medio. Hace puente con los cables entre la angustia de la soledad y el deber de explotar ante lo desconocido que avanza impertinente, quedando tieso y duro, electrocutado, presa de la correntada salvaje de una muchacha especial con aires de ser un verdadero huracán.
Pero ya no hay manera de seducirlo. Rememora aquel dia donde juro nunca más ser un complaciente dormilón.
Pero hay un gran tobogán entre ambos, porque claro, con sus ojos dubitantes penetra el escote frondoso donde vale oro lo que yace debajo de la estela que marca la blusa.
De hecho mucho le agradan las mujeres petisonas, pero tiene malos presentimientos cual si fueran presagios de alta negatividad.
En su fuero íntimo boga por que pase pronto el turno del infortunio del desamparo arrasando con todo lo amoroso que está latente a punto de suceder.
Sin embargo ella no escatima esfuerzos en pretender conquistarlo, arremete, por este camino irán a caer abrazados al borde de la ruta por demás congestionada.
Él hace saltar el reloj antiguo del bolsillo, preparando un discurso con la lengua seca, ha dejado de estar ausente para aunque perturbado avanzar hacia una conversación interesante.
Son las catorce treinta, hora en que se sabe la verdad, la verdad del precio de lo que ella cobra por unas cuantas caricias.
Esa misma mujer que lo conquistó en el puente, después lo llevó a la cama, y además le regaló el servicio completo. Pero a cambio recibió unos regalos quitados del propio domicilio.
Existe un zoológico de pasiones que se avivan con el correr de la lava de muchas semanas, y del aliento de los besos que aun son besos profundos como el primer beso, donde nadie desea levantar la cola del trono.
Él tiene deseos de hacerla su esposa, pero observa celoso como en el rostro hay marcas de antiguos amores, entonces no pretende salirse del rol de cliente. Reina el silencio. Están imaginando que tienen hijos, y que todo marcha sobre ruedas hasta el final de los tiempos.
Fueron unos tontos, porque como quien dice, terminaron a las puñaladas, unos irracionales que arrojaron los destinos al pobre espacio sideral. Aunque él por la fuerza se la llevó al campo, haciendo que monte caballos de paseo para mantener los gluteos intactos, engañada con que será la dueña de todo y más. Pero por cada discusión que hay, aparecen unos embases con amenazas dentro, donde siempre argumenta con desheredar si por tal caso ella se dispara para otro lado de lo convenido. Aunque al mismo tiempo debe seguir siendo una señora.
Finalmente quedó embarazada; el muy vil la hizo parir en las afueras atendida por los peones e higienizada por las sirvientas.
Dicen. Sienten un vacio importante, algo tremendo para la psiquis de ambos, aunque siempre está tronando algo nuevo que impide una ruptura; además que la pasión por su cuerpo nunca se altera, suenan permanentes suspiros como truenos con rayos, esperando a cada instante volver a matarse en la arena.
Cuando el niño hubo crecido, tiene tantos golpes como un bate de beisbol, porque es un chico que lleva la manía de hacer trabajar a la gente, entonces los padres por igual descargan toda la fuerza del látigo que llevan en los brazos. El hijo que anda en patines por la casa jura que un plato volador vendrá a buscarlo para salvarlo.
En una oportunidad en que estaban cenando apuñaló a su hijo, quitándole la vida al instante, él cree que fue más un sacrificio que un asesinato. Enterraron al muerto más luego plantaron un árbol. Y siguieron viviendo en el campo leguas afuera; ya no como si fueran ellos, sino alguien, espectros de carne que deambulan por la hierba crecida.
Deambulan por el desierto de pastisales, casi siempre vestidos de blanco, haciendo bailes donde atraviesan las carnes con energía barata, iluminando el crepúsculo cual insectos de luz.
El ahora está matando una gallina para comer, teniendo que cazar pues para tanto no alcanza. Aseguran que sufrió de un golpe no recordando nada, volviendo a recobrar la pasión perdida al ser otro hombre.
Tiene los deseos de hacer de la vida un oasis donde matar uno a uno los sentimientos que van apareciendo, junto con gotas de sudor contadas por ella. Mientras su amada sigue cual fantasma las instrucciones que son salmos que el santo imparte. Ambos negando todo vínculo con el pasado,
pretendiendo ser algo nuevo que recién comienza a cabalgar.
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