Agitada es la noche, no puedo dormir, una vez que lo consigo me revuelco entre sudores, hasta que llega la calma.

Puedo verte por fin, es un día radiante de verano, tengo luz frente a tu rostro, mis ojos brillan ante tu imagen y tu aroma me envuelve… me detengo un momento, quiero disfrutarlo, han pasado siglos para esto, y tan solo es tu imagen frente a mi, solo eso necesitaba… sin palabras, solo tu rostro frente al mío.

Luego de observar y empaparme de tus ojos, puedo saber lo que hay en ti… pienso en cuanto me hiciste esperar, pero no lo reprocho, solo disfruto de tu sonrisa, y tu sonrisa me dice que sientes lo mismo, me detengo un instante, ¿será cierto?.

Nuevamente te miro y lo confirmo, me acerco a ti, lentamente acaricio tu rostro, puedo tomar tus manos, puedo abrazarte… y así, abrazados nuevamente veo en tus ojos, ya no hay duda, ellos me lo han revelado y puedo besarte…

Recuerdo el primer beso, suave y dulce, ahora el primer contacto es doloroso para un alma congelada, me alejo un poco sin darme cuenta, pero la intensidad me provoca, te beso nuevamente, ahora sin dolor, las lágrimas tratan de fugarse pero te abrazo con todas mis fuerzas, quisiera traspasar en ese abrazo todo lo que temo decirte…

Temo decir cuanto he esperado el momento, temo decir cuanto te he soñado, temo decir que cada noche me dueles, temo decir que no he dejado de amarte…

Y mientras el pánico crece, me revuelco entre sudores, el dolor continúa, todo se esfuma y me entero que solo ha sido un sueño, el mismo de la noche anterior.