Fría estaca sentí cuando la vida esculpió el dolor en
mi.
Profundo como el abismo del olvido pero sin final.
Sentí lentamente el sufrimiento vil que se alzaba como
desesperación insípida.
Fuiste un sueño incumplido quedando refugiado,
recóndito en mi mente, dormido en la ternura infinita
de las lágrimas que mi alma derrama día tras día por
tu partida.
Te dormiste en los suspiros de mi tiempo amargo,
cobijado como sentimiento herido.
Te dormiste en mi vientre y lo dejaste adornado con tu
recuerdo, quedándote solo como deseo, como añoranza
deletérea.
Me quede besando sin labios, la seca brisa de la vida,
de las noches sin luna.
Tanta ilusión de verte, de tenerte y recostarte en mi
pecho inerte para que lo revivieras con tus respiros y
tus caricias.
Tanto espere el momento para leerte todas mis cartas
escritas y que las sientas como dulce melodía.
Pero has partido, hijo mío, te has quedado dormido
definitivamente,
has decidido transitar los frescos y verdes caminos de
lo eterno, sin darme la posibilidad de encontrar tu
mirada y decir cuanto te quiero.
Aun siento dentro mío, tus latidos que resuenan en mi
recuerdo; aquellos que no se han perdido, por mas que
el fuego de la tristeza me haya consumido.
Te recuerdo desde el amor inconcluso, desde el
sentimiento compartido.
Te dedico esta última carta para despedirme desde
donde te encuentres, y para decirte que fuiste y
seguirás siendo el sentimiento más puro que un ser
puede sentir por alguien, aunque físicamente ya no
estés.
En memoria a mi Hijo Nicolas. |