Se reunieron todas, algunas severas y gruesas, otras, caracoleadas y bamboleantes, como si estuvieran dotadas de un frenesí tropicalesco. En medio del fervor, se alternaban unas festivas y otras a las que parecían chorreárseles sus cabelleras negras. Ninguna era igual a la otra y, sin embargo, todas se hermanaban de una manera indisoluble.
-“No es justo” –habló con voz bronca la que comandaba el mitin,-“siempre somos rezagadas, ¿acaso parecemos ineficientes?”
El numeroso grupos de reclamantes, levantó sus pancartas y se rebelaron ante la tamaña injusticia que parecía perseguirlas.
Una, muy pequeñita, pero bien perfilada, reclamó con su voz aguda: -“A mí nunca me toman en cuenta, claro, me perjudica el hecho de ser tan minúscula e insignificante.” Y dicho esto, se puso a lagrimear.
La barahúnda prosiguió y nadie parecía estar conforme de nada. La vocera del grupo, exclamó con su voz poderosa: -“No es posible que siempre se nos postergue y que sea ella siempre la elegida. Claro, es esbelta, elegante, pero esas cualidades son externas, es muy posible que en nuestro interior, nosotras seamos mucho mejores que ella.” Un aplauso cerrado rubricó estas encendidas palabras.
-“¡No me cabe ninguna duda que ella tiene santos en la corte!”-exclamó la más estrambótica de todas y un clamor de disgusto, se adosó a esta denuncia.
-“Yo estaba predeterminada a actuar en todas partes, pero, de golpe y porrazo, he sido desplazada. Esto es atroz”-reclamó una que hablaba con un acento romano.
-“Yo no tengo ninguna oportunidad” –dijo otra- “´sé que mi apariencia es ridícula, que nadie me consideraría para algo solemne, pero no es mi culpa, claramente, no es mi culpa”.
-“Lo que más me duele es que ella sea mi prima, un ser de mi misma sangre. Ambas, somos de la misma estirpe, pero ella, es la regalona. Es innegable que yo soy más obesa y menos agraciada, pero no por eso toleraré ser eternamente desplazada.”
-“Propongo que vamos en multitud a estampar esta denuncia” ¡Igualdad para todas! ¡Basta de discriminación.”
Que se sepa, esta denuncia no surtió efecto alguno, porque en cuanto documento se redacte, se exige que la letra elegida sea Arial, de tamaño 12. Una discriminación inexplicable y absolutamente excluyente con el resto de letras que conforman el conventillo aquel…
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