Con el tiempo y mi espera,
a tu lado, siempre, eterno,
desde el cometa rojo que despedí
pidiendo hallara tu nombre,
en la nube izquierda,
en la montaña más alta,
en el cielo más celeste,
A tu lado, como ayer
que dejaba mi niñez
en los ríos preñados de ternura
de mi nodriza madre,
que miraba como tú.
Mirando mis años,
firme, en tus pasos, confiado,
como el nevado mío
que escalé buscando vicuñas
sin cardar que llevaran tu nombre.
Así estoy, amando el infinito,
caminando por la arena
que ahora dejo crecer para ti,
mirando tus vestidos mientras llegas,
revisando tus cartas, pulcras,
ordenadas, con estambres rojos
en cada señal dibujada.
Aquí me quedo, en el medio
de tu belleza escondida,
de tu río ancho, tu orilla cálida,
mis amores yertos,
lejos, muy lejos
de los paredes tensas,
dolidas esperanzas.
Mírame, soy tuyo,
con clavos de arena, picanas desoladas,
ligero, tranquilo, sonriendo suficiente,
cremallera en mis costados,
gorro de espantajo,
mano del corazón.
Tómame, soy tuyo,
por el padre, el hijo y el espíritu santo.
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