Se fueron deshojando nuestros días como los pétalos secos de aquellas doce rosas, que quise mantener perpetuas como símbolo de amor.
Guardadas con esmero me afané en que no murieran e hice lo imposible por que aún desangradas fueran bellas.
Me resignaba cada día al verlas marchitarse me marchitaba cada día sabiendo que sin remedio tu yo nos íbamos con ellas.
Sufríamos los dos distintas cosas y sin embargo luchábamos los dos la misma causa, yo… no te entendía y tu…me incomprendidas.
Planeaba sobre nuestras cabezas la ira hasta casi rozar el odio, el protocolo y la elegancia, el saber estar habían naufragado. Estábamos perdidos en un mar con oleaje bravo, no encontrábamos el camino a casa y nuestra barca.
Se precipitaba sin remedio hacia las rocas, sin que tú ni yo pudiéramos hacer algo por impedrilo.





Nos ahogaremos en nuestros propios miedos, en nuestras propias incertidumbres
, creyendo que cada uno lleva la dirección correcta, vamos a destiempo conduciendo a la deriva.
Qué hacer cuando ves que te precipitas al vacio, qué hacer cuando el corazón quema y a la vez siente un inmenso frio, qué hacer cuando te sientes culpable y a la vez herido.
No mi amor, mi compañero de destino no es tú culpa, pero sé que tampoco es la mía, se rompe la magia, la fantasía si es que alguna vez hubo... se va de nuestro lado la pasión y se nos echan encima los lobos hambrientos de la rutina y la monotononia ,y tú y yo los vemos impasibles roer la carne que deja al descubierto nuestros propios huesos y nos deja vacios, y no podemos hacer nada ,tan solo lamer las heridas que van dejando ,cuando nos comen sin compasión y en vivo ,lamer el dolor que nos dejan
Y preguntarnos por qué en lugar de vencedores somos vencidos, por que el destino quiso de esta manera destruirnos y llorar, llorar si, llorar como si llorásemos al muerto más querido, llorar con rabia por no haber podido conservar lo que teníamos.