Un día de esos pocos que se dan en la vida, en el que resolví hacer algo tanto tiempo postergado, un día de esos que llegó y me golpeó por la espalda, pues definitivamente no había nada planeado, hurgué en una vieja caja mis escritos de infancia… Repentinamente decidí pasar al ordenador aquellas líneas que muy ingenuamente tracé en la práctica de una poesía algo más que extraña. Mezclados con dibujos estaban ahí, líneas simples de pequeños recuerdos, el primer amor mezclado con la amistad –ahora no estoy muy segura de que se trata todo eso-, versos de sencilla forma, pero que expresaban cosas más bien profundas, cuyas simas no he sondeado en mi vida adulta, nunca como cuando tenía catorce años.

Versos, versos y versos. Envueltos en frágiles construcciones sintácticas, pero que en verdad me provocaron lágrimas nostálgicas, pues no he trazado nunca más tales verdades con aquéllas puestas con torpeza, pero colmadas de voces convincentes y convencidas.