La noche es mía;
es solitaria, pero tengo las letras desperdigadas, me hacen compañía; solo resta unirlas y hacer de ellas lo que vaya conmigo, según el momento, el estado de ánimo. Cuando está presente la soledad, ¡es bueno!; ella hace juntar las letras de una manera especial, interesante y triste. Rara vez, esas letras se juntan solas, saltan, vuelan, cuentan chistes, me revolotean el pelo, me hacen cosquillas, y es ahí cuando nacen cosas lindas, cosas que regocijan el alma; sí, no solo la mía, también el alma de quienes las pueden leer algún día; nacen poemas para los hijos, para la ciudad, me visita mi fallecido padre, y recuerdo a mi madre que aún está conmigo. Cuando la frustración me acompaña, escribe el coraje, el se encarga de coger las letras que están en el suelo, las que sea, las junta a su antojo, las tira, las trata como quiere, las hacen formar, ellas se esconden, reniegan las utilice de esa forma, pero el coraje y la fuerza ganan, no les queda más a ellas que resignarse y acomodarse a donde las manden. Cuando me acompaña el optimismo, la alegría de algo bien logrado, de un nuevo buen cliente, saltan las letras, se meten en mi camisa, corretean, se dan trampolines, no se dejan coger, no se quedan quietas, se ponen en donde ellas quieren, se tiran por la ventana y se cuelgan del techo; así escriben un canto a la vida, a los amigos a los sueños, ¡se canta a los cuenteros!. La mayoría de las veces, mis dedos están inquietos, todos se mueven y me mueven; mi cabeza, siempre trabajando, mis ojos bien abiertos y mi lengua que quiere moverse también, siente celos de mi mente que repite lo que escribo, y ella trata de sacar sonidos, lo logra, sí a veces sí, tengo que hacerla trabajar o no me dejará en paz, luego duerme tranquila. La noche me acompaña, la música también, no me distrae, al contrario, guarda silencio melodioso en mis adentros, y solo se hace presente en la pausa, antes parece no existir; permanece inmóvil, leyendo cada palabra que escribo, cada verso que se forma. Estas letras; sí que son inquietas; pero, que buena compañía son; como agradecer tan lindo regalo, que nuestros maestros nos han dado, que nuestros padres nos han buscado. ¡Pensar que son tan pocas!; me acuerdo en la escuela tenía más canicas en el bolsillo que letras en el cuaderno; ¡Increíble!; sí increíble que con tan pocas hagamos tanto; son muy buenas, son humildes y educadas, pero a veces se reniegan y colorean de las puras iras, esto es cuando están mal usadas; a algunas no les gusta estar mal acomodadas y se enfadan, esto es el mundo moderno, antes no, antes les pongas como les pongas ahí se quedaban, el que enrojecía eras vos, cuando el error se encontraba. Algo interesante es que a todas les gusta participar, a algunas más que a otras, pero ahí están, rozando tus dedos, rondando tu cabeza; a algunas les gusta descansar, a esas que no les gusta mucho participar es difícil ubicarlas en el lugar que deben ocupar, pues no es cualquier lugar. En fin se llevan tan bien todas, que no hay preferidas, levantan la mano pidiendo participar. Que fuera de nosotros sin ellas, ¿te has puesto a pensar?.
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