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Inicio / Cuenteros Locales / EL_RETO_GANADORES / Reto 14 PROSA Ganador Alejandrocasals con SE ACABÖ LA FIESTA

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Desde el extremo de la barra, la Mirta me miraba sin disimulo. Sus ojos
me
buscaban entre las siluetas de los parroquianos que flameaban ancladas al
mostrador desdibujadas por una densa nube de humo de tabaco ordinario.

—¡Carlitos! —gritó levantando un brazo en saludo.

Vino hacía mí esquivando borrachos en alcohol barato,
reptando como un sauro en búsqueda de una presa en su inmundo
pantano. Exhibía orgullosa su abundante busto; la blusa, apenas le
cubría los pezones.

—¡Padrecito, que hacés por acá! ¡No
sabés
cuánto te extrañé! —me mintió sin pudor,
arrebatando el vaso de ginebra de mis manos; mandándoselo de un
trago y sin un mínimo gesto de asco.

—¡Hola madrecita! sabés que detesto este boliche mugriento.
Si no tenés ningún compromiso, te invito a una fiesta. Es
en
la casa de un amigo —murmuré sin preámbulos.

Aunque la idea pareció seducirla, por unos instantes simuló
recorrer una agenda imaginaria de citas, mientras atenta, escuchaba un
intento de tango, que sonaba en el desafinado piano en el fondo del
café.

—¡Bueno vamos Carlitos! ...pero deben tratarme con cuidado, me
estoy
recuperando de una cirugía —dijo con una sonrisa cómplice,
mientras con una mano se sobaba el abdomen y con la otra se acomodaba las
tetas.

Cruzamos la avenida, bordeamos el paredón del cementerio,
atravesamos la Villa y en la cúspide de una inmensa montaña
de basura, encontramos la casilla de José.
Nos esperaba con la puerta abierta, la lámpara a kerosen a media
luz y el Cuarteto Imperial chillando en el radio-grabador.

Media atragantada de sanguches de miga, la Mirta se subió a la
mesa
y al ritmo de cumbias empezó a desnudarse sin dejar en
ningún
momento una botella de vino, a la que de tanto en tanto le daba un
abundante sorbo.

Su cuerpo continuaba a ser admirable. La Mirta era sensual, una
máquina de placer, un aceitado mecanismo de relojería que
cuando le daban cuerda, se entregaba sin reparos a quién, o a
quienes y por dónde quisieran probarlo.

La festichola duro unas cuatro horas. Después de dar un beso a su
nuevo amigo Josesito, y éste, somnoliento, devolverlo, emprendimos
el camino de regreso.
Fresca como un ramo de flores en primavera, se le dió por cantar:

“Vamos bajando la cuesta que arriba en mi calle... se acabooo la
fieeesta”

—¿Carlitos...venís a dormir conmigo? —me preguntó de
improviso.

Sin confesarle que estaba extenuado, que apenas podía sostenerme
con mis piernas, le contesté con la mayor amabilidad que me fue
posible:

—Disculpáme Mirta, no puedo, debo oficiar la misa de las siete y
para colmo, tengo confesiones hasta medio día.



Texto agregado el 16-11-2009, y leído por 173 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
02-09-2010 Estupendo...FELICITACIONES!! ELWINDIZQUIERDO
17-11-2009 Uauuu , final de cuento , me encantó , merecido premio, felicitaciones!!!!! =D mis cariños dulce-quimera
 
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