Me senté justo en la mesa de enfrente, la miré, sola y bella, no se qué fue primero. Ella me miró y no me odió a primera vista así que mantuve mi mirada y empecé a amarla. No vi rastros de algún acompañante que se haya ausentado al baño. Pensé en preguntarle si quiere terminar con su mesa vacía, pero lo pensé solamente, nunca lo iba a preguntar realmente.
Han pasado 7 minutos, pienso en cómo acercarme y la miro, ella me mira, un algo se ha interpuesto en nuestra línea visual, diablos! qué es esto?, chaleco de lana, qué? es el chaleco de un hombre que deja su chaqueta sobre la cartera de ella en la silla de al lado, saluda de beso y se sienta de espaldas a mí, de frente a ella que alcanza a medio sonreirme con resignación como diciéndome que lo nuestro no hubiese funcionado, o como quien gana una batalla porque al fin y al cabo, aquí el único que sigue con la mesa vacía soy yo.
Debo olvidarla, al fin, lo nuestro no duró mucho. Me llevo su sonrisa brillante y sus ojos claros y vivos.
Debo olvidarla, mañana me enamoraré de otra desconocida, a primera vista y para siempre, como hoy.
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