Después de casi vomitar el sabor amargo de tu ser, escuche una canción que me hizo sentirte mas lejos que nunca. Fue aquella que te dedique, ¿te acordás?
Yo siempre tan sincera. Y es que no puedo hacer nada para cambiar; soy así. Quisiera poder mentir, ¿me enseñas? Puede que cueste, ese don solo lo tienen unos cuantos. Dichoso vos.
Entre versos y coros escuché tu voz. Mi labios, mis ojos, tus manos, mi piel… te reías. Cuantas cosas quisiera poder escribir, tantas memorias, en tan poco tiempo. Me pregunto cual será tu plan, siempre tan ingenioso.
Un arma mortal, busque rastros en mi celular sin encontrar ninguno. En estado de furia, desamor, desilusión, y tristeza te borre. Seguís en mi computadora, y posiblemente en mi corazón.
Divertido leerte, diciendo tantas cosas. Hablamos locuras. ¿Como termine pensando esas cosas, creyéndote? Me asombra mi ingenuidad, sos bueno, casi experto. Si en realidad yo era como me decías, ¿como te diste por vencido tan rápido? Si una cosa he aprendido en este país, de un hombre que amo, de una persona indispensable en mi vida, es que las cosas buenas cuestan, y de otro, que acabo de conocer, que valen la pena.
¿Donde están los hombres así? Tengo los ojos cruzados. Si en algún momento me fui, esperaba que por lo menos me persiguieras. Un ultimo intento. Pero esa es tu vida, lo difícil te disgusta, lo bueno lo menosprecias, ciego ante lo que vale la pena.
Sigo escribiendo de vos, alma engañada. Esto ya no es amor, es costumbre.
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