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Quién hubiera creído que se hallaba sola en el aire, oculta, tu mirada.
"Asunción de ti"
Mario Benedetti


Bajo la luz de la tímida luna se encontraba, sentada allí entre las piedras musgosas de tanta sal, hacia atrás el mundo urbano en el camellón caminaba, oscilaba entre sus manos un crucifijo, pero tenía gacha la mirada... sus largos y risados cabellos negros acunaban la imagen pérfida y distante, era el, siempre el quien estaba presente hasta en sus sueños mas profundos, con sus pestañas rizadas enviadiablemente y esos ojos miel que reflejaban una tristeza inexistente, cuando todo mundo decía "-el chico no rompe un plato-" ella se reía para si recordando solitarios encuentros y aquella promesa de la eternidad a su lado; hoy era distinto, el aire ahogaba sus anteriores suspiros y en sus mejillas se escapaba alguna lágrima, ora de ira ora de miedo ora entristecida, un torrente de emociones encontradas le arrebataban el aire, no podía articular palabras pero tampoco las necesitaba, ahí agachada y temblorosa, pasaban las ventosas balanceando su cuerpo frágil y marcado por el trabajo.

Para ella ya solo una cosa importaba y no era su mundo, aquél que estaba ahora a sus espaldas, era un mundo lleno de hipocrecía barata, una sociedad que no perdonaba errores y juzgaba con la izquierda mientras con la derecha cubría sus faltas; ahí con el crucifijo balanceandose y los codos en su vientre recordaba la visita de su amante mes y medio antes, cuando la familia había ido al campo a comer pollo asado y ella alegando su trabajo se había quedado en casa, la suerte estaba echada ahora, la moneda girando al aire caía al piso designando cara y la cruz que había apostado le daba la espalda, se mostró iracunda apretando ahora el labio inferior y un hilo escarlata resbaló hacia el mentón, se sentía desgraciada, recordaba aquél accidente del destino, mientras su amado besaba a otra muchacha y se encorvaba aún más guardándo para si el sufrimiento, no quería llorar, alguna vez en el mercado oyó decir a una anciana que cada vez que una llora, aquél que nos arranca de los ojos tiernos lamentos, suele pagarlos con la sangre de sus vástagos, siete veces siete y hundía los codos en la andorga, definitivamente, no podía llorar.

Sí, la triste jovencita escondía la mirada, su abuela le había dicho que es la entrada al alma y en ese instante su alma no era grata, con los ojos hundidos por soportar el sufrimiento, con la fuerza de un huracán golpeandole el corazón el engaño, con la ira de Dios arremetiendo espuma sobre las piedras, la luna poco a poco iba escondiéndose de la humanidad jalando del negro raso la colcha grisásea de las nubes, pues ni la luna quería verla llorar... ahí estaba ella, escondida de su sociedad cruel y lapidaria, despiadada amiga que la había visto venir al mundo y la había abrigado hasta sus diescinueve años, hasta hoy, en que ya era demasiado tarde para decir NO... quién hubiera creído que era ella la que estaba ahí y que su cuerpo de niña se había convertido en el de una mujer.

Texto agregado el 15-11-2009, y leído por 337 visitantes. (14 votos)


Lectores Opinan
17-11-2009 Un texto muy bien escrito , que por sobre todo transmite paz, mis***** nanajua
16-11-2009 Good job! Soleil_levant
16-11-2009 Un intenso relato con bellas y serenas imágenes.¡¡¡Me gustó muchooo!!!****** almalen2005
15-11-2009 Muy buen relato. Mis saludos. louyann
15-11-2009 ...que es pura prosa. 3* nesravazza
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