La belleza Escondida.

Recogía a mi bebe del piso cuando vi la silla que accidentalmente se había volteado. Era una silla rustica que mi papá le había traído para que se sentara mientras veía televisión.

Cuando vi la silla honestamente me pareció poca cosa. No estaba muy bien diseñada, no era totalmente simétrica y ni si quiera estaba lijada o barnizada. Era obvio que había sido hecha de manera rápida y que no le habían puesto mucho empeño. Al menos así fue como me pareció.

Aún sostenía a Cor para que se levantara y tocará un poco en el teclado (como toda madre induciendo a su hijo a algo que seguramente no le gustará), cuando en eso pude ver algo dibujado bajo de la silla. Me dejó totalmente sorprendida.

Para los que no lo sepan yo dibujo desde los 5 años. Aprendí sola, como todos los niños imitando a mi mamá, ella hizo una sirena y su cara no me gusto, yo estaba segura que podía hacerlo mejor. Dudo que haya sido así, pero desde entonces no paré de dibujar.

Con el paso de los años una persona que sabe hacer muy bien algo suele ser arrogante. Yo adquirí ese mal hábito y a menudo soy despectiva con todos los trabajos que, según mi pobre criterio, no son dignos de llamarse dibujos profesionales.

No me podía imaginar que clase de persona podía hacer un dibujo así. Era una rosa, con trazo totalmente perfectos. Sombreada con técnica. Lo que me asombró todavía más era que estuviera así. Escondida en la parte inferior de la silla, donde nadie la pudiera ver.

Tal vez el autor del dibujo solo quería darle un toque personal a su silla. O en realidad ese era su sueño trucado, ser un gran artista, y así era como se autorrealizada.

Es curioso como hay muchos talentos que se quedan así, escondidos entre ojos , betas a la sombra de un trabajo que nunca les da mucha satisfacción. También es curioso como es suficiente un pedazo de madera para dejar brotar tanta belleza.