La ensoñación nos lleva por caminos extraños, el tiempo y el espacio se masca de manera intermitente y se hace globo, roca o simplemente se desintegra en sensaciones.
Para Henri Michaux "era arte puro. El único. Y único en sí mismo: arte que está más allá de cualquier otro arte y salva de su lugar al artista, pobre prisionero observado."
Lo cierto es que ese día jugaba con muchas horas sin dormir en el altillo de mi casa y el juego de bolos comenzó a moverse cerca del piano, de manera sorprendente, como cobran vida las moscas en los ascensores mecánicos.
Al rato la muñeca bebe pestañeó, empezó a llorar y se cayó de la cuna exactamente igual a mi capacidad para entenderlo.
Llegaron sus padres enérgicos, salteando las paredes por ver que había sucedido y me vieron, los mire, nos descubrimos.
Gire y corrí, ya no estaba en mi casa.
Atravesé el lago saltando de roca en roca. Me salpicaba el frio pero debía correr. En la montaña siempre me esperaba un hombre cargando una barra de hielo que nunca podía sobrepasar, me recordaba al misterio nacional que inmortalizó Martin Karadagian, pero éste tenia un agujero en la cien hacia otro universo y sabía donde iba. Según donde pisaba me acertaba con sus hielitos en la cabeza, con lo que me imponía un témpano de respeto.
Llegue a una especie de galpón caldera, donde Jean Paul trituraba carne con una agujereadora eléctrica manual y la depositaba en baldes, con él mantenía cálidas charlas alejándonos de la irrealidad. Era un momento de respiro entre los agujereados, con quienes solo compartíamos la cena en silencio por las noches en la casa central.
Al llegar el día todo volvía a empezar: el lago, el hielo, la caldera y la cena. El chichón se hizo insoportablemente monótono y mis habilidades para sortear al hombre del hielo crecieron. Ya sabia donde pisar sin recibir el golpe a pesar de mi eterna lentitud.
Los días se estiraron en días salvo cuando note que me molestaba que los agujereados se bañaran con los zapatos puestos y cuando Jean Paul consiguió maíz y con la agujereadora los convirtió en pochoclos.
Luego note que el maíz siempre estuvo, lo que empezaba a faltar era la carne, las rocas en el lago y, en contraposición, los hielos que caían eran más contundentes. Los objetos que hacían mi vida menos hostil empezaron a fracasar y desaparecer.
Tarde o temprano supuse que llegaría el día que no podría sortear el lago.
Esa noche, después de cenar, interrumpí el baño de una agujereada y le quite los zapatos observando como se pudría.
Por primera vez pensé en escapar. Volví a la mesa y le explique visualmente a Jean Paul nuestra despedida.
Corrimos en direcciones opuestas. Subí por unas escaleras al techo de la casa, en el otro extremo, el hombre del hielo me congelaba la salida siempre delante mío. Le escape en paralelo y así fue como lateralmente logre conseguir la calle, robar una moto y acelerar.
Y como acelere!! solamente me paso un tren con ruedas donde ya se habían disfrazado de Mickey.
Después de mi carrera, llegue a tu edificio y me subí a tu ascensor. Ahí estabas vos y una agujereada. Te abrazó, te abracé, nos abrazamos y nos volvimos a perder.
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