Qué decir de mis despertares: siento el sensible tacto de las sábanas sobre mi cuerpo, los pies helados, mis ojos negros de la velada anterior.
Las comisuras de los labios secas, supongo que de tanto hablar, o de tanto besar.
Odio los domingos, odio cuando llegan las cuatro de la mañana del sábado noche y despierto del mejor sueño que jamás podría haber visualizado. Odio romper esa atmósfera con el reloj, me da mucha rabia.
Odio que la hora de dormir sea la hora de la pesadilla sin tí.
Odio ese tiempo en el que pienso que aún quedan diez horas para verte.
Odio las llamadas a destiempo, el aliento matutino, mi estómago vacío, mi corazón solitario.
Qué vacíos los domingos cuando te vas, qué vitales los lunes cuando vuelves, qué lentos los dias, qué rápidas las horas.