| Sales de la cafetería de la escuela sin mirar ni hacia atrás, donde tus amigas aún cuchichean de ti, ni hacia adelante, donde está la razón de por qué no te dejan en paz con molestos comentarios o burlas: yo. El tímido y un poco depresivo chico que conoces desde hace cuatro años. Sí, ese chico que, en aquél primer año de secundaria, se volvería en tu pequeña mascota a la que veías llena de cariño. El mismo chico que, en el segundo año de secundaria, se volvería algo más que un simple amigo: se volvería tu mentor, tu guía espiritual y tu más fiable consejero en el amor o en cualquier otro aspecto. O aquél chico que justo en el último año de escuela se convertiría en algo retorcido para tus ojos –algo deforme, nauseabundo o repugnante– y que, peor aún, declararía su amor hacia ti… Un amor de toda la vida.
| Pasas de largo por en frente de mi sin saludar, sin mostrar ningún interés en mi o en nuestro pasado y sin querer hacer, partiendo de esos bellos recuerdos, un futuro. Vas andando a grandes zancadas con tus dos inseparables libros –“Con el Alma en Llamas” y una libreta donde anotas tus genuinos e inmaculados pensamientos, un diario de vida– abrazados al pecho haciendo con tus brazos una gran equis. Te diriges hacia el campo deportivo de la escuela hacia aquél tan importante juego de futbol. ¡JA! A ti ni te gusta el futbol. Crees que es un absurdo juego creado para “escapar de tu cerebro” por noventa minutos (o un poco más); crees que no tiene sentido ir detrás de un balón, destrozar tu cuerpo y alma para alcanzar un balón que todos buscan y crees que tiene menos sentido que, una vez que por fin logras tener el balón a tus pies, debas patearlo con todas tus fuerzas lejos de ti, hacia tus oponentes. Más a mi favor tú nunca has ido al centro deportivo si no es por motivo de una clase; como está una cuadra y media alejada del campus opinas que es perdida completa de tiempo ir a malgastar tus horas libres en un lugar lleno de tierra y césped… Entonces, ¿por qué vas?
| …Ah, claro; ahora recuerdo. Vas a ver a jugar a Omar. El muchacho (patán) que impresiona a todas las chicas presumiendo su cuerpo esculpido en mármol moreno. A pesar de que nunca has mostrado interés por personas como él –desinteresadas, hipócritas y pedantes– siempre has tenido una fantasía escondida en tu ser de ser enamorada por una sujeto como él. Nunca has sido –ni pensaste ser– sumisa, pero todos los días te has cuestionado en susurros qué sería una vida de cómoda sumisión. Es cierto, al lado de Omar nunca te faltaría nada, a excepción de una vida propia, esperanzas y amor, verdadero amor.
| ¿Yo?... ¿Y qué hay de mi, dices? Yo no te prometo comodidades, ni siquiera felicidad, no te puedo prometer amarte ni que por siempre me amarás, pues no puedo (¡ni pretendo!) controlar tu vida o regalarte falsas ilusiones. Lo que sí puedo prometerte, y lo que siempre te he prometido (en gritos y en susurros) es mi completa confianza y mi absoluta sinceridad: la verdad sobre todo y mi amor es esa verdad. No puedo obligarme a amarte, pero sí me he obligado a decirte siempre la verdad, y ahora te digo que siempre te amaré. No se cómo ni por qué, sólo se que así es, no importa que pase, mi amor es para ti pues no es amor fatuo ni efímero, es un amor que sólo conoce la verdad y la confianza: es un amor puro, un amor límpido.
| …Y a pesar de todas mis promesas y de que siempre a tu lado voy a estar, protegiéndote desde las sombras, te marchas a ese partido, a esa estúpida exhibición de testosterona amorfa salpicando desde el campo a chorros. Y aún no entiendo por qué ese interés de llamar la atención de Omar. ¿Qué no ves que a él no le gustan las chicas como tu? ¿No ves que no le interesan las pensantes, críticas, soñadoras, autosuficientes como tu? Él sólo busca cuerpo “vacío”, como la pedante de Larisa, que se escota sus blusas o sus chamarras y que se baja los jeans hasta asomar un poco su tanga cuando llega a su lado Omar. ¿Así quieres ser? ¿O es que en serio no te has dado cuenta de que te esta usando, literalmente, como un juguete? ¡Caray! Yo te amo y te adoro y para mi no hay ser más bello en todo el mundo, pero, ¿tú buen cuerpo?... lamento decepcionarte, pero no posees ESE tipo de belleza.
| Ya ha acabado. Lo has visto; han dejado de disparase testosterona unos con los otros en un juego “sólo de hombres” y, ¿qué concluimos?: Larisa, justo al terminar los 95 minutos, corre a su lado para abrazarlo y besarlo mientras él, descaradamente, le sujeta una nalga y le “acaricia” el pecho, pasando despreocupadamente por uno de sus senos. Tú tomas tus libros, te acercas para decirle pero entre los gritos, las “viejas” que lo rodean y sus amigotes que lo abrazan, lo alaban y lo cargan sin importares la cantidad de sudor que se mescla, él ni siquiera cae en cuenta de que existes… ¿Tú cómo te sientes? Miserable, por supuesto, pues ese falso sueño de paz fácil y amor holgazán nunca se podrá hacer verdad en tu realidad, pues la felicidad perfecta no existe para ti o para mí, sólo podemos aspirar a ser perfectibles, mas nunca perfectos…
| Sales del campo llorando y me vez a lo lejos y respondes a mi pregunta de siempre en tus pensamientos melancólicos . Yo te pregunto con la mirada y tú… te vas.
| El marcador del juego: 5-1 con tu “noviecillo” como perdedor. Mi marcador personal contigo: 2-0 como perdedor mi corazón. El primer “Gol” fue hace un año, el último hace sólo unos instantes.