-Disculpen- dijo una mesera, de pronto- Vamos a cerrar.

Miramos a nuestro alrededor, sólo para darnos cuenta que las mesas eran limpiadas y las sillas recogidas.

-Qué hora es?- me dije, mientras consultaba mi reloj- Oh, mi Dios! Es realmente tarde.

Aunque estuvimos sentados frente al ventanal, ni siquiera notamos cuando comenzó a atardecer y, menos, cuando ya era noche cerrada. Casi no lo podíamos creer, el tiempo se nos había ido de las manos (aunque ninguno de nostros se estaba quejando)

- No nos queda otra, Marilú- dijo John con una sonrisa- Nos tenemos que ir.

Ya en la puerta, y como gesto amable, me ofreció su brazo. Comenzamos a caminar lentamente en dirección a mi hotel, callados en un principio para luego retomar nuesra conversación. Una sucesión de naderías, artistas, de pequeñas copuchas de personajes que teníamos en común (Bastantes más de los que había pensado)

El camino se hizo llevadero, de alguna manera, me era agradable estar en contacto con el cuerpo de este ser tan extraño y, al mismo tiempo tan familiar, que acababa de conocer. Era cálido y muy dulce, tal como lo había sido cuando casi aplasto una de sus pinturas. Apenas unas horas atrás y ya lo senía cercano, un amigo. Dejé caer un poco la cabeza sobre su brazo, levemente. No sé cual habrá sido su reacción, lo más probable, es que sólo se limitara a sonreír.

-Es divertido- dijo al cabo de un rato- parece que ya nos conocemos hace años
-Es divertido- dije, al cabo de un rato- es primera vez que conozco alguien como tú.

Así caminamos durante mucho rato. No era un silencio incómodo. Era de aquellos que denotan complicidad, esa complicidad de la que habíamos disfrutado desde que nos conocimos, apenas unas horas atrás.

-Es acá- le dije cuando llegamos al pórtico del hotel.
- Fue un díamuy hermoso- dijo él- Reafirmo lo que dije, es como si ya te conociera.
- Yo también lo pasé muy bien- no sabía qué más decir, no me gustan las despedidas.
- Si vuelves a Londres, anda a verme. Siempre expongo en la misma galería, la dueña es amiga mía y...

Lo interrumpí, fue un impulso, violento, como lo son los impulsos y lo besé. No fue uno de esos besos llens de pasión que sólo denotan ganas. No. Sólo quise demostrarle el cariño y cuánto me había conmovido, como una melodía suave al final de una buena canción. Me correspondió de la misma manera.

No dijimos nada más, sólo me di vuelta y entré al lobby. Nunca miré atrás, pero sé muy bien que me miró y sonrió, siempre sonreía cuando no había nada más que decir.

***

Tres días después, mientras preparaba mi maleta para volver a casa, llamaron a mi puerta. Era un botones con un paquete.

-Es para usted- dijo mientras lo dejaba apoyado en la muralla al costado de la puerta- venía con esta carta.

Palidecí. Era de John.

Agradecí al botones con una buena propina y una vez que estuve sola comencé a leer. Una vez más agradecía que le hubiera concedido esa tarde con un café (o cuatro)

Simplemente quería agradecerte de una forma más personal, pero los compromisos no me lo permiten, por eso te envío, este recuerdo. Tenlo presente, para recordar que en mí tienes un amigo y que tienes siempre a alguien en quien confiar.

Habrán sido unas horas, pero a veces basta para toda una vida...

Espero te guste el cuadro que te envío, un recuerdo de ese instante en el que nuestra complicidad (si así se puede llamar) comenzó. Dudé un instante si mandarte el otro, el que tuve que ayudarte a salvar, jajaja.

Por favor, disfrútalo y espero nos volvamos a ver.

Con cariño,
John

Abrí el paquete y ahí estaba, ese pedacito de cielo que tanto me había maravillado hacía tres días. Cómo supo, no lo sé, pero ahí estaba. Estaba maravillada. Era una linda forma de volver a casa. Esta vez me llevaba un buen recuerdo de Inglaterra y uno que me obligaba a volver.

Fin