Las tablas de su inestabilidad
se colaron tan vacías de ilusión
que la contienda se hizo muda,
no alcanzaban,
ni siquiera a tocar su piel
mientras los botones se deshacían
impulsados por el propio viento de su mirada.
Tenía los labios tan apartados del carisma,
más, aun sus dedos que jugaban a ser luciérnagas,
se revoloteaban entre ellos como un suspiro mundano
y los ríos de su espectro tibio caían por mis caderas,
no tan etéreos como sus murmullos,
inamovibles a lo real que era su cuerpo,
no tan mágicos como la causa de sus destellos.
Vuelve a dormirme como aquel día,
tiñendo de carmín el despoblado de mis sabanas,
despedázame con tu bestial halito,
mientras las calladas esquinas de tu cuerpo me cobijen,
dame un tono de emoción, una pizca de real,
para saber que sueño,
para sentir que existes.
Somos nubes de alabastro,
tu estas cargada de códigos arbóreos,
no podría alcanzar tu centro aunque lo soñase,
debes soñarme en tu sueño, hacerme aire,
para irrumpir de fuego como rompiendo el luto,
para salir del coma,
de tu callado abismo.
Permíteme entrar (hoy) a tu mundo de locos,
mientras la manivela siga dando círculos,
seremos (así tan fuertes) una especie de duda
que no se difumina en una interferencia,
(tu interfaz)
tu boca se me hace de niebla cuando miro dormido,
cual cruel tormento (desperté del sueño)
Déjame un segundo, apagaré las luces,
y mientras quede luna jugare a tenerte,
mientras los pasos mudos que llevo pegados,
se escurran por mi puerta sin darme casería,
déjame ser entonces bálsamo de primaveras,
déjame partir siquiera de tus brazos,
pero aún si me dejaste… te seguiré, mi dueña.
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