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Mira… escucha… no, sólo siente. ¿Ves aquellas hojas que bailan al ritmo unísono de mi corazón? Es un aura tan transparente, como ojos que lloran dentro de una cascada. Es una buena vibra. Lo sé, si te lo digo es porque lo sé.

Ahora recuerdo unas tenues luces azuladas alumbrando aquella penumbra elaborada por una gruesa cortina negra. Es un cuarto sencillo, no muy grande, con cemento gris gritando de un extremo a otro. Luces azuladas, respiro luces azuladas y una que otra roja dentro de este estupor. Hay una cama sin decoraciones, tan sencilla, con una sábana azul marino revolcándose en sus entrañas, haciendo santa comunión. Allí, en posición fetal, se encuentra una chica de ojos pálidos. Mientras observo cómo se acomoda dentro de su piel, la mesa se queda estática, las nubes se mantienen tiesas, el universo aguanta su aliento. En serio que es una luna cálida moviéndose sin poder escoger laguna. Cómo lo intenta, cómo la admiro. Apenas así, mis ojos van acariciando su rostro descubierto, su espalda descubierta, sus piernas dobladas, su mirada desnuda. Es un lienzo en blanco. Es un lienzo limpio, es una botella de whiskey, es un estudio multifacético, soy un pobre mendigo buscando quemar la arena en mi creación; me creo dios. En el fondo tocan algunos violines acompañados por los cellos del paraíso y así, es una sinfonía, notas vagando en el aire. Sólo quedo yo, mi lienzo y una mezcla de pinturas. Recuerdo aquella sensación extasiante, como si la brisa estuviera tragándome a golpes abiertos. Marinero en el mar, analizando para adentro, ya no era yo sino un ente mayor.
Mira, te cuento todo esto para que entiendas lo que fui, de dónde vengo. Ahora simplemente existo. Los fantasmas que surgen en mi mente parecen casi palpables. Allí estoy ahogándome entre la risa. En el rincón de la otra esquina, sí, al extremo derecho de la mesa de cedro, estoy ponderando mi obra. ¿Ves el pasillo? En esa puerta hay un escusado que alguna vez fue blanco, allí ando cagando, riendo mientras mis heces fecales bailan con el agua mugrienta durmiendo sobre la taza. Allí, sobre la cama, soy una mezcla de unicornio hombre haciéndole el amor a una doncella de pelo multicolor. Mira, se retuerce y la cama rechina, sus barreras tan sólo susurros de alguna falacia hasta que da un murmullo saciante. Allí, de repente corriendo de un lado para otro, estoy creando, contribuyendo a mi época. Observa, hay pedazos de vidrio quebrado en todo el cemento. Allí, sí, yo por la ventana, asomándome con las cortinas corridas; yo respirando el futuro. Yo soñando. Yo tejiendo fibras en mi cabeza. Allí... sí, yo en el piso tan seco por dentro como mi apariencia desértica permite ver; yo tirado sin remedio, echado como un vagabundo que nunca fue; yo en decadencia.

¿Quién fui?, te preguntas. Te diré quién soy. Soy la sombra difuminada de un hombre apasionado, con visión. Soy la espina que crea heridas internas; el granulo de polvo en la vajilla antigua de plata; soy aquél que sonríe cuando se desata el exterminio. Soy la sombra sin inspiración. Sin embargo, es correcto. Alguna vez fui.

Creo que pasó una noche, entre siglos de deploración, cuando me encontraba solo en la vieja casona de los padres de la madre de mi madre. La casa era grande y yo me ahogaba en ella. Espantado por un miedo inexplicable, como cuando se sabe que la realidad de uno no es más que un sueño esperando acabar deshecho, no me atrevía a desalojar la habitación que tan formalmente había preparado una pareja tradicional para consentir a su nieto mas chico. Ahí pase temporadas agradables, cuando era oruga y vivía en las plantas y las galletas del té eran gigantes esquivando la muerte. Solía esconderme entre los arbustos rogándole al diablo para que me trazara un mapa hacia la caldera de oro. Joder, nunca la encontré a pesar de mi contrariante insistencia. Tras una de las primeras grandes decepciones, me arrodillé para gemir entre sollozos chillantes que maltrataban a la angustia, desahogándome con lágrimas perdidas. Después, aprendí a crecer.

Me encontraba en un cuarto blanco; tu sabrás, paredes blancas, piso blanco, cortinas blancas. Uno podía navegar entre aquel mar de leche sin tener finalidad alguna ya que cualquier punto era tan bueno como el anterior, una masa homogénea. Lo único que resaltaba por si sólo era el maquiavélico tesoro; las cortinas ásperas que salían del marco de la ventana eran el éxtasis. Aparentemente, las polillas se habían echado un festín en alguna época de oro y de repente aquí y allá, allá y ahí, tan sólo habían hoyos roídos que daban la bienvenida a la luz del sol, una luz que gruñía cegándote a las seis de la madrugada. Las perforaciones resultaban uniformemente desfiguradas y me fascinaba tanto como otras cosas que después habrían de traer mi perdición entre la raza.

Era un cuarto blanco y yo colgaba fotografías negras.

Decidí pasar una temporada en aquel lugar a falta de algo mejor que hacer. El verano me invitaba con una sonrisa blanqueada y mis deseos, como los de ahora, eran tan diminutos que no había testigos de su existencia. ¿Qué le habría pasado a la primavera? La primera semana, después del mayor ocio del universo, por pura casualidad me encontré solo entre la oscuridad de mi lámpara. Mi cuarto se hallaba en la planta baja, aquella que estaba a un paso del infierno y era tan agradable poder pararse a dar unos cuantos pasos para llegar a la cocina que ni me daba el lujo de hacerlo. Era una noche en la que me encontraba ponderando en por qué María, la hija del abogado de mi padre, me amaba. Mi mente mecánicamente formada funcionaba a la perfección. Fue entonces cuando empecé a escuchar los pasos, pasos sobre mi cabeza. Ni siquiera eran pasos, más bien se asimilaban a saltos constantes en un extremo, luego en otro. Silencio. Otra vez. Pasos que se escuchaban en el piso de arriba, ya abandonado por unas cuantas horas. Decidí dormir. La semana que le siguió, algún día que decidieron denominar sábado, volvió a suceder. Cachito, el perro, andaba loco en todos los rincones, inquieto. Yo leía a Saramago y escuchaba pasos sobre mí. Cerraba los ojos para poder respirar y los abría esperando encontrarme un indicio de mi locura. Nada, sólo los pasos que no seguían ritmo alguno y simplemente aparecían a voluntad de algo que no entendía. Pasos. Pasos. Pasos. Pensé que quizá pudiera ser la tubería, alguna de esas tuberías viejas que emiten sonidos extraños en medio de la noche como si fueran grillos divirtiéndose a expensa del insomnio de un alma. Pensé en las ventanas, en el viento, en los gatos callejeros, en la inestabilidad de los muebles, en ramas que se tuercen. Pensé en mi madre y mi padre y mis abuelos y Cachito. Pensé en todo excepto en lo que no me atrevía a pensar. Pensé en esta noche.

La muerte se asquea ante el olor que emito. Las sirenas han muerto y los duendes se han vendido a expensas de la globalización. Siempre, desde que alguien había encarnado el placer de engendrarme, permanecí yo solo. A través de las carcajadas, de las pláticas a medianoche, de las caricias que me otorgaban mis mascotas, de las muchachas con luciérnagas en sus ojos... siempre prevaleció un ermitaño comiéndose a tirones las sábanas que tejían una vida. ¡Que violento fue aquello que presencié, que violenta fue la concepción! Lloraría tan sólo de pensar en ello si no supiera, por todo lo que he aprendido, que es un ciclo constante, como una evolución que se debe de dar para trascender. Aun así, aún con el conocimiento, me devora aquella tristeza que surge espontáneamente, bella como sus labios, de aquello que no pude evitar ni decidir. Sin saberlo, ya era yo el que nacía, que vivía y que moriría. Plenamente. Así de sencillo.

Mis suspiros se llenan al recordar aquel amor que tuve atado al puño de mi mano. Siempre bajo las estrellas, recargada contra la pared de alguna esquina, mantenía su pasividad ante los cerdos que se le acercaban; y a todos, igual que a mí, nos aceptaba en su abrazo. Aquél que no tenía madre despertaba a una, el que no que tenía pasiones deseaba asesinar. Mágica, encantadora, repulsiva... era la perfección dentro de las telas baratas que la disfrazaban, enmascarándola. De un día para otro podía hacer renacer a mil damiselas ultrajadas.

Yo la conocí antes de tiempo, cuando las llamaradas de los querubines aún se mantenían calladas, holgazaneando en una época muy incierta. El pan que comíamos todos era negrusco, con moho, y se vendía como diamantes se regalan. La leche que bebíamos diariamente estaba putrefacta y ni los gatos en su cordura se atrevían a morir todavía. El viento se apaciguaba bajo mi mirada, y la brisa con la que tanto me había identificado en mi infancia había decidido abandonarme, encontrando dueño en algún otro país, lejos, dejando de presenciar mis percepciones de lo existente.
Sólo ahora recapacito sobre aquello, puesto que es bizarro; los recuerdos del pasado siempre son perfectos en la mente de cada individuo. Cada instante es mejor de lo que fue hasta que lo ves detenidamente con ojos que rozan con una mínima parte de la verdad.

Mis suspiros se llenan al recordar al amor que tuve en mi mente, que sigue presente. Cada mañana, la veo despertar con una mirada ingenua, volteando a su entorno como si no se acordase de quién es o dónde se encuentra, como si volviera a tomar conciencia de su existencia por primera vez. Se despierta sintiendo un camisón de seda blanca, tan liso como su piel, que desea cubrirla de algún pudor que no puede desatar por la sociedad. Se levanta lentamente, con una gracia infinita y se acaricia las piernas con tremenda delicadeza, cerrando los ojos y asfixiándose con un respiro. Camina hacia el baño y se refleja en el espejo; su mano traza el contorno de su espejismo con suma tristeza. Simplemente es bello verla así en mi mente; ver a aquella persona que nunca conocí, e idearla, moldearla, en la mujer que bebería mi sangre al difundirse en mi persona.

Algunos se atreverían a decir que estaba enamorado de mí mismo. Bola de patanes, todos los que se creen críticos.
Su cara siempre esta borrosa; hay días en que la veo con tanta claridad y pretendo buscarla nuevamente entre las tumbas del cementerio, esperándola esperarme con una mirada aguamarina, cristales en sus ojos, mar de serenidad. Ella sufre una transformación constantemente. Aquella mujer, me pregunto si sería la misma que veía bajo las asechantes estrellas dentro del manto negro del cielo. Un viejo loco siempre vive de sueños.

Fui un niño risueño que correteaba a las orugas; un muchacho ignorante bajo paredes blancas que creía menos de lo que sabía; un mozo creador, profundamente estético y experimental; un señor quimérico, como la mirada bajo algún cuadro famoso que desata la soledad por una necesidad esencial. Ahora aquí, un viejo empedernido, una mezcla marchita de lo anterior. Soy lo que me dejaste ser en esta época perdida y nublada. Si hablaras conmigo, sé que sonreirías. Lo sé como la certeza de que mañana habrá un nuevo día para ti. Mira bien las estrellas... ¿no sientes que te observan también? Mañana siento que seré una de ellas. Pasé por tantos rostros, por una y cien desgracias. Viví, esa es la cosa; viví. Creo que ahora te toca a ti hacerlo. Te toca ser soledad, ser alegría, ser rabia, ser sueño. Te falta madrearte como un bándalo hasta sangrar bajo la inconciencia. Te anhelan allá fuera muchas cortinas de todos los colores, esperando a las polillas para jugar nuevamente. Te toca crear un amor y buscarlo. Eres como yo, si tan sólo quieres. Me ves a mí y quizá has visto a todos. Sólo queda respirar.

Me apaciguo pensando que mi universo, el universo que se desató en mi mente, prevalecerá como tal hasta la infinidad; siempre mío.


Texto agregado el 12-06-2004, y leído por 370 visitantes. (11 votos)


Lectores Opinan
05-09-2006 me gusto es muy intimo, te felicito, muy buen relato. la narracion esta muy vestida, pero tampoco objeto que lo sea. cada cual con su locura y su estilo. saludos infelizsinunojo
02-09-2006 me encanto! gracias por la invitacion! me dejo un sabor agridulce en la boca... 5* tus-poemas
02-09-2006 hummmmmmmm, lo lei tres veces y comprendi la profundidad del texto, bello final, el cuerpo del cuento tiene mucha intimidad personal. me gusto. besos. anggelbueno
02-09-2006 no me parece cuento, si es bastante bueno Dark_PhoeniX
02-09-2006 Demasiado personal. Pero muy bueno. Tataluis
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