¡Que preciosa es!. Este pensamiento era recurrente desde hacía unos veinte años. El autor era Manolo, el sujeto Lucia. Trabajaban en una gran empresa con muchos departamentos, él pertenecía a contabilidad y ella era secretaria de dirección.
Manolo, no era guapo ni feo, ni alto ni bajo, ni calvo ni melenudo, ni simpático ni antipático; en la media. Le faltaban pocos años para la jubilación. Físicamente se encontraba bien. No hablaba demasiado era mas bien apocado. No era un líder, pero eso si, era apreciado. Nunca hablaba mal de nadie; odiaba el cotilleo. Era muy sensible, capaz de llorar en una película o simplemente por un pensamiento. Sin exagerar podríamos definirlo como buena persona.
Era un soñador impenitente, con una imaginación novelesca. Sus argumentos hubieran sido la base para infinidad de ellas. Gracias a estos sueños, parecía que tenia un objetivo su vida.
Divorciado desde hacía algunos años. Tenia hijos ya mayores, con los cuales no tenía demasiada relación. Vivía solo, no porque le gustase sino porque no tenia mas remedio. Las relaciones con el otro sexo, no se le daban muy bien. Pero no se sentía solo, estaba Lucia, en el pensamiento claro, pero siempre presente. Los sueños con ella eran siempre eróticos, rayanos en el porno duro. Las diversas y variadas situaciones y posturas, podrían haber servido para escribir un nuevo y actualizado Kamasutra. De esta forma, su vida sexual estaba servida y completada.
Lucia, era de mediana edad, de buena apariencia. Su cara era agradable, tenia todavía una bonita figura, Sus pechos estaban aparentemente en muy buena forma. Como ella lo sabia, sus escotes estaban en el limite de lo discreto; dejando siempre entrever, de forma generosa la separación entre ellos. La descripción en conjunto la daban sus compañeros de oficina con una frase, “todavía apetitosa”. Simpática, extrovertida, habladora, transparente, nada compleja en su forma de ser.
Estaba casada, pero nadie sabia nada de su relación de pareja. Se murmuraba que no era muy buena, con fuertes altibajos de amor-odio. Aparentemente parecía feliz, sin problemas
La relación entre Manolo y Lucia era la normal entre compañeros de una gran empresa que se conocen muchos años. Conversaciones sin gran trascendencia, algunas bromas por parte de ella y nada más. Pero eso no es lo que pensaba Manolo.
Todo empezó en una fiesta en la empresa por navidades. Lucia había bebido mas de la cuenta y estaba bastante acelerada, hablando y gesticulando con exageración. En un momento dado y ante un comentario de Manolo que ella considero cierto y apropiado e inspirada por su proporción de alcohol en sangre; le besó para darle la razón. Pero el inocente beso por una falta de puntería, fue en la boca. Lucia ni se enteró ni le dio mas importancia, lo olvidó. Pero Manolo no. Su imaginación hizo que esa noche no estuviera solo en su cama, fue una noche de sexo total con Lucia; una Lucia desinhibida y totalmente entregada a él. A partir de entonces todo cambio, aunque aparentemente la relación entre ambos fue la de siempre. Si coincidían en un ascensor y por las apreturas, el pecho de Lucia tocaba el brazo de él, la oleada de placer que Manolo sentía, era indescriptible. Si en un bar y junto con otros compañeros, la pierna de ella rozaba la de él, el deleite le invadía. En su intimidad recordando estas sutiles situaciones, le hacían soñar con verdaderas orgías. Y así la vida continuó, pasaron los años pero no los sueños con Lucia. Ella nunca se dio cuenta de los sentimientos de él, simplemente consideraba a Manolo un elemento mas del lugar de trabajo.
Un día, algo ocurrió en la relación entre Lucia y su pareja. Parece ser que hubo una fuerte discusión entre ellos, en las que él dijo algunas frases duras sobre sus relaciones sexuales que dejaban en entredicho el poder de seducción de Lucia. Ella se lo tomó como el peor insulto.
Totalmente dolida y fuertemente cabreada se fue hacia la oficina. Sus pensamientos giraban alrededor del mismo tema, no se lo podía quitar de la cabeza.
Subió en el ascensor, saludó a una compañera y a Manolo. Hizo un movimiento y tropezó su pecho con el costado de Manolo y esta vez lo notó y mantuvo un poco la presión. Como estaba a su lado y por tener la mirada baja se fijo en sus pantalones. Se notaba una fuerte erección. Volvió a presionar pero esta vez removiendo suavemente y levemente su pecho en el cuerpo de Manolo. Le miró. Su cara estaba totalmente roja, sus ojos perceptiblemente fuera de orbita, la boca entreabierta. -¡Vaya, fíjate este, nunca lo hubiera pensado! ¡Para que diga el gilipolla de Pepe, que no sirvo, pues vaya si sirvo!-. Su sorpresa junto a una lógica excitación, le dio la idea de cómo devolvérsela a Pepe. Abrió el bolso, busco una tarjeta personal y con disimulo se la puso en la mano de Manolo. Cuando paró el ascensor al pasar le dijo con voz baja, -Después del trabajo-; a la vez que le daba el ultimo restregón.
Manolo, totalmente ido, estuvo subiendo y bajando en el ascensor, sin reaccionar durante un buen rato. Ya en su mesa, empezó a temblar, las palpitaciones de su corazón le retumbaban como si fuera un tambor, la ansiedad no le dejaba respirar. Como no se centraba, dijo que no se encontraba bien y se fue a su casa.
Sus sentimientos parecían contradictorios pero lógicos, se sentía fuertemente excitado y a su vez ansiosamente preocupado. Era la culminación de todos sus sueños, el feliz resultado de ellos. ¿Feliz?. Pues no, si era la culminación, si era el final. ¿Y después qué?. Posible divorcio, interrogante vida en común, rutina sexual, comentarios de sus conocidos. En fin un acumulo de nuevas situaciones; y a el le angustiaban las novedades. Todo problemas.
A cuestas con esta ebullición de pensamientos, se fue a su cita llegando al portal de Lucia, mucho antes de la hora de salida de la oficina. Se medio escondió en la acera de enfrente. Pasaron los minutos y al fin la vio acercarse a lo lejos. Cuando entro en su portal, la siguió; llegando a la puerta de su casa casi a la vez, pues era el primer piso.
-Entra,- le dijo Lucia. Cerró la puerta. Se miraron a los ojos. Y empezó la actuación.
Suavemente Manolo, le acaricio la cara el cuello, el pelo, tocó levemente sus labios; y la besó con lentitud y profundidad. Todo su ser, en la acción de besarla. Ella cerro los ojos; nunca la habían besado así. El continuó besándola por la comisura de sus labios, sus párpados, bajó hacia el cuello, lentamente, con todos sus sentidos puestos en la labor. Mientras, sus manos también lentamente, empezaron a tocarle el pecho, sin agresividad con suavidad. Le desato un botón de su camisa, acariciando el pecho por debajo del sujetador.
La verdad es que lo estaba haciendo muy bien, sus muchas horas de dedicación mental le habían hecho un experto, virtual, claro.
Lucia asombrada, excitada y extasiada, emitía ligeros suspiros.
-Ven-, le dijo. Cogió la mano de Manolo y lo llevo a su habitación. Se tumbo en la cama. Manolo, sin perder el tiempo comenzó a desatarle los botones de su camisa, quitándosela, besando todo aquello que iba descubriendo. Con la parte superior controlada, fijó su atención en las partes bajas. Introdujo su mano entre la falda, cuando llego a su ropa interior al intentar introducirse bajo ella, notó algo raro que no esperaba. Lo esperado era la levedad de un tanga, pero eso era distinto. Le quitó la falda como pudo, haciéndose un poco de lio al intentar deslizarla bajo su cuerpo; solucionado con la ayuda inmediata de Lucia. Y allí estaba ella, solo en ropa interior. Pero algo no cuadraba con el guión. Donde tenía que estar la sutileza de un tanga, había una braga-faja bastante aparente. Desvió la vista y la dedico al sujetador y empezó a trajinar para quitarlo. Pero claro en sus ensoñaciones esos insignificantes detalles no estaban incluidos. No tenia demasiada experiencia real. Otra vez la ayuda de Lucia fue necesaria para solucionar el problema. Al quitarlo hubo un ligero desparrame pecheril; algo normal por la edad y por ser autenticos. Manolo quedo un poco descolocado, pues el guión decía “aparecieron unos maravillosos pechos, turgentes, inhiestos, provocativos; con sus pezones pequeños y sonrosados”. Pero Manolo continuo, lo siguiente era desnudarse él y así lo hizo, con el paréntesis de quitarle la desdichada braga-faja.
Ya todo estaba preparado, la situación era la correcta, el momento mas o menos, también. Se coloco encima de ella y siguiendo el manual, aunque dubitativamente, intentó introducirle su ya no tan erecto miembro. Esto era de esperar, tantas maniobras, acompañadas de hechos fuera del guión, creó una dispersión mental, produciendo una lógica bajada de la presión sanguínea. Y aquí se cumplió aquello de que “todo lo que sube baja” aunque sea en el peor momento.
Lucia, mientras, jadeaba y gemía ajena a estos problemas. Pero hubo un momento en que fue evidente el asunto; y en un susurro le dijo:
-¿Qué pasa?.
Manolo no contesto, pues sin demasiada convicción, estaba intentando continuar. Pero no, no era posible.
Lucia, ya completamente consciente y enterada del problema le espetó, con voz fuerte:
-¿Pero que haces, porque no continuas?.
-Es, es, que no puedo, debo de estar cansado.
-Vete.
-Si.
Humillado, derrotado; pero, vaya, a su vez aliviado. Completamente aliviado y casi contento. ¡Varios y complejos problemas menos!.
Y entonces lo comprendió y lo asimiló. Prefería sus sueños, a la complicada e imperfecta realidad. Sus elaborados y perfectos sueños. Los tenia en el momento que quería y como quería. No cabían las sorpresas. No había rutina. Todo era perfecto. Sin problemas. No hacía mal a nadie. Nadie salía perjudicado.
No esa noche, pero si otras siguientes, continuo con sus ensueños. Recordando con placer la realidad vivida con Lucia; censurando y borrando de la memoria lo humillante y lo no deseado. Continuando donde quedó, mejorando y dándole un final, donde el orgasmo compartido, era como el estallido final de unos fuegos artificiales.
No volvió a hablar con Lucia, en la vida real, pero en sus sueños, fue hasta el final de sus días, su única y siempre deseada amante.
|