Me condenaste a amarte,
Te dedicaste a enredarme tu nombre en mi cabeza, en mi vida.
Me entregaste luciérnagas serenateras.

Parecías el de ayer que me saludaba tiernamente hoy
A veces, eras el de hoy simulando ser el de ayer
Ahora, ni eres el de ayer ni el de hoy
Eres el verdadero y el ficticio de las noches, de los lunes, diferente al de los martes y sobretodo, al de los viernes, esos que tanto odias.

Elefantes rosados espaciales me regalaste varias veces
Te los devolví en una o dos ocasiones, color azul, no sé si por estar en el cielo con ellos o porque los pinté en una tarde de sombras y esperanzas, mientras te extraña un poco dentro de este mundo normal, lejano a nosotros.

“Ojala” no existía para nosotros, para qué, acaso fuera de amor, ¿habían sueños que no pudiéramos cumplir despiertos?…en nuestros cabellos, en nuestras ansias.

Me regalaste una sonrisa de luna de Júpiter que de sorpresa, pareció tener miles de sonrisitas diminutas haciéndole ojos a mis pestañas dudosas, sospechosas.

Esas mariposas caleidoscópicas que me enviabas por correo, un correo lunar y telepático que se encargaba de enloquecer mis días, mis tardes y mis noches de Vampira, a veces de caníbal de tus labios, tenues, quietos, nerviosos, como los míos.

Mi dolor de cabeza, eso querías ser
Alegrabas mis días, mis dudas, pero, ahora que no estás en mí, refuerzas mis noches...mis pensamientos y enseñanzas.

¡Besos de paraguas! Únicos, definitivamente fuera de si, solo para los dos. Nada increíbles para nosotros.

Recuerdo y me fascina que en un pasado, fuiste mi esposo, fascinado de tu esposa, tu amante, tu amiga. Me decías mujer maravillosa, preciosa, vampirita, loca. Mi amigo encantado de la vida.

No sé, claro que no, no sé si aun me gustaría que me arrancaras el corazón. Es difícil, fuimos compañeros en este viaje. Pero, nada es para siempre, ya lo sé.
Nadie sabe qué podrá pasar mañana, quise amarte, así fue. Sigo abriendo las puertas de mi alma.