Moria lenta la madrugada, mientras el sol nacía en el ocaso permanente.
Al igual que el agua y el aceite, fuimos desde el principio, formando la unión al instante
Por eso las lagrimas buscadas y la tonta confianza de entender el esperado pero no deseado final.

Deje de verte como un mar en una gota, para terminar olvidando que eras una gota en el mar.

Y a cada paso hacia delante mi alma negra se despejaba en humo que también en conjunción se derretía en gases que formaban los malditos recuerdos.

Entonces en la soledad volvías como la noche al final del día y te posabas en mis horas como la luna iluminando el espacio infinito.

La pena era vacío e inseguridad estaba enganchado a ti de pies y sobre los ojos tu cuerpo como horizonte, era el mal cotidiano.

La razón se había perdido, no importaba cuando bajo debía caer ciego de amor para verte, o si reías sin consuelo, hasta reventar en ti miles de gotas esparcidas en el cosmos.

Fui un títere a tu antojo y tú el cuervo de mis ojos.