Como los lagartos,
en los matorrales de acero,
hambrientos,
sin prisa,
quietos en la duda.
Como los lagartos,
subiendo por tu piel,
imperceptibles,
probando la carne fresca…
tu carne… tu vida,
mi carne… mi vida.
En el banquete de los lagartos,
poseídos…
giros violentos,
masticando tendones,
embriagados en las orgías de la sangre,
en su negocio primitivo.
Como la muerte,
como los lagartos,
mirando desde el rincón,
en la mañana,
en la tarde,
en la noche,
acechando en el tren sin ojos.
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