Tarde volví a casa, rogando que las paredes se desintegraran con un parpadeo. Tome una sonrisa y la pegue con cinta a mi rostro para que no se dieran cuenta el dolor que sentía en el pecho. Llene el vació que llevo dentro con algún chisme para mantener mi boca y sus oídos ocupados, para no vomitar mi puto sufrimiento.
Me senté cansada de caminar, no me dolían las piernas sino los pasos… se me partía la cabeza y las ganas de fumar se iban apoderando de mi cuerpo cuando hice de un atado de cigarros casi un caramelo.
Pose mi mirada demasiado quieta, brillosa… casi delatadora sobre la pantalla del televisor, y note que tengo la capacidad de pensar en una cosa, hablar de otra y captar lo que pasa a mí alrededor sin la necesidad de prestar atención.
Miraba los minutos correr asustados por lo que se avecinaba, sentí en mi interior que no podía evitar las ganas de llorar, me di asco al pensar que soy tan terca al decir, que estoy bien, que se me va a pasar.
Vi mi reflejo en el espejo con un poco de repulsión, maldito sea el creador, que me dio esta cara y este cuerpo, pero aun mas maldita soy yo que no me conformo con lo que tengo.
Me siento en la maquina y transcribo lo escrito, y en este preciso momento confieso, se ha caído una lagrima en el teclado, la garganta se cerro, pero si me preguntas como me siento diré mucho mejor. |