Como la ola,
poco a poco inundas
las desmoronadas costas
que siempre lloran por ti,
una vez tras otra,
hasta que no queda
mas que un cielo de estrellas
y el rugido implacable
de tu mirada que no dijo adiós.
Penetras punzante
los huecos de mi dolida memoria.
Caminas,
como flotando sobre la marea,
alejada del horizonte,
con tu vestido blanco
que mece el aire,
y lloras,
llenando el mar con tu tristeza.
Yo no soy,
sino el silencio
de la espuma
cuando el acantilado
sigue llorando,
ese murmullo,
de la marea,
sobre la arena muerta.
A lo lejos,
en lo oscuro,
donde no acaba
ni empieza nada,
solitaria dibujas
tu blanca silueta,
como vuelo de paloma,
como niebla en la mañana.
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