Imaginemos por un momento que la crisis es una enfermedad, un mal apropiándose del cuerpo social, supongamos que bajo esa compulsión el organismo vivo se encuentra dañado, con claros síntomas de ir perdiendo fuerzas, invadido por agentes internos y externos que, despacio al principio va tomando una recta vertiginosa luego, acecha el corazón mismo de nuestra integridad anatómica. Conjeturemos así que con las fuerzas que le queda ud. pide ayuda a su familia, dá señales claras de sentirse delicado, sus parientes llaman a varios médicos que deciden tomarse un tiempo para evaluar su estado pues cada uno tiene una impresión distinta de cómo tratarlo. En su cama, preso del temor, ud. sabe que algo debe hacerse, cada día cuenta.Ud cree que su enfermedad es única, suya, sin embargo esos doctores saben que hay ciclos cuyas circunstancias se repiten, nada es nuevo. ¿Qué pensaría ud. y su familia si esos profesionales no pudieran llegar a un acuerdo para su sanación? .Existe también en la economía una “sombra Jungiana” que establece: el miedo enferma y la esperanza cura.Sres. Políticos el alma y cuerpo de la gente está en sus manos, el discernimiento, la reflexión y el punto de vista darán el buen diagnóstico .No se necesita modificar el ADN social para mejorar, se requiere de la mas antigua nobleza que consiste en demostrar un intento por aproximar todas las verdades.Y hay algo que está muy claro para el conjunto: “Nosotros no somos enfermos terminales.”
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