Sentí un golpe aturdiente en un costado.
Un calambre puntiagudo esparció la soda de un ardor metálico.
Una música insónica me empañó la mente.
Con temor de descubrir el dolor, bajé la mano al lugar del golpe. Ya hace mucho que es mío.
El miedo de tocarme me hacía recorrer por mitades el camino que faltaba hasta el costado.
Opté por desabrocharme la camisa y sentí nublados los dedos de cierta sordera.
Cuando me saqué la camisa comprobé que no tenía nada. Era simplemente como un lugar vaciado; sentía un hueco; más que todo, no sentía. Sentía nada.
Acerqué la mano, toqué, pero las pupilas de la piel estaban ciegas.
Me miré la mano y se esparció lentamente sobre ella un visillo de afonía.
Comprobé qué poro a la escafandra de acostumbrado ruido se había disipado.
Recuerdo vagamente nombres o cosas.
Hace rato que floto.
He perdido la cuenta de los siglos.
Se han oscurecido cinco ventanas y estoy prisionero de una esfera, vuelto simplemente conciencia.
Todo se ha vuelto simultáneo en mi hermético encierro, y tengo miedo de recuperar brutalmente las cosas.
JORGE LEMOINE Y BOSSHARDT
Texto agregado el 09-11-2009, y leído por 125
visitantes. (1 voto)
Lectores Opinan
13-11-2009
Muy buen cuento, pareciera que el personaje quedó atrapado al interior del Aleph que escudriñó Borges. Gatocteles
09-11-2009
Es muy buena esa descripción, gran escritor argentino. rob3
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