Comando espanta tristezas
Las nubes se convierten en objetos y animales, una peluca de Elvis, un conejo, un súper clásico corderito deshaciéndose en la cuasi penumbra, que ahora, es invadida por las recientes luces del alumbrado público, todavía es de día.
El vaivén de los vehículos, toma el espectro sonoro de la ciudadana siete de la tarde en la plaza, a mí todavía me dura la bronca, se me quedó grabada su voz diciéndome:
-“No te das cuenta de nada, nada ni nadie te importa”-
Seguí sentado, prisas por todas partes, el tiempo será un elástico incompleto, lo jalan y cuando no da más… se suelta, es ineludible.
Una chica pasó corriendo con los ojos tapados con las manos, estaba llorando, detrás venia un joven, la perseguía diciéndole que se detenga, la alcanzó, por el brazo la agarró y le dijo algo, ella le contestó algo; no tengo idea de que se dirán, sin duda es una discusión, el ceño se me arruga de preocupación y no de chismoso concentrándose en conversaciones ajenas (bueno un poquito sí) ahora el joven comienza a lloriquear y corre en la misma dirección por la que apareció, la chica lo persigue ordenándole que regrese, lo alcanza, lo toma del brazo y le regaña, la discusión se retoma y ahora ella se pone a llorar y se vuelve a repetir la misma escena como tres veces más hasta que al final de tanto llorar, perseguirse, discutir y recular, quedan cerca de mí, el joven voltea la cara y me dice:
-“¿Es verdad o no?”- La chica voltea hacia mí rabiosamente y empeora el rostro con los ojos salidos de sus cuencas pidiéndome tener la razón de la discusión.
No dije nada, nuca pude saber por que reñían, así que me encogí de hombros y los tres nos echamos a reír.
A medianoche llovió, pero a mí no me importó porque dormía como un bruto.
Dedicado a currilla y a vihima. ¡Viva la revolución!
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