Si te encuentro en un sueño desgarrado, con tu ojos envueltos
abismados en láminas de oro y en un brebaje claro de horrores,
escondida debajo de los moteados mármoles de una antigua plaza,
sorteando ciertos obstáculos de los que escapas con un salto burlador
y te incorporas con otro salto al pedestal como la diosa de hielo,
con similar sonrisa Decó, tan refulgente en su efímera festividad,
porque ya no encuentras lugares ansiados en las callejas.
Y entonces suponte que mueres y me reclamas para el postrer momento...
una incógnita, un enigma, un flagelo, un raro sonido fetal,
dibujos amaestrados durante esos días ciempiés de mil caminos,
y suponte que embriagados rieron destellos,
ensuciando el destino versificado por algún rayo que se coló invisible,
¡y suponte que, observando esos instantes en que lo humano es menospreciado en extremo,
en esa noche de somnolencia atrapó la Luna?