EL TESTERO DE TIA ANTONIA (Dedicado a Antoniana)

Mi tío Bartolo trabajaba en el Ayuntamiento del pueblo desde que era solo un adolescente. Entró de recadero y a lo largo de su vida fue escalando distintos puestos de mayor responsabilidad.

Tuvo que reconciliarse con la calculadora, admitir la máquina de escribir, aunque solo utilizase dos dedos en el teclado; pero el ordenador… fue su derrota final.

Llegó el día en el que el Ayuntamiento decidió renovar la plantilla y a él le tocó la jubilación anticipada. Esto supuso un duro revés, se resistía a admitirlo, había sido toda su vida y no conocía otro trabajo; por otro lado se sentía aún joven como para verse ocioso y su malestar comenzó a rayar la depresión, pero ahí estaba la tía Antonia con ese carácter arrollador – No te preocupes – le dijo – Nos apuntaremos a todos los viajes programados por el inserso, tendrás tiempo de reemprender esa colección de sellos que aparcaste hace años. Recogeremos unas gallinitas y así tendremos huevos frescos; un cochinillo para que en las navidades hagamos la matanza, ¿te imaginas? las morcillas, los chorizos, chicharrones, la manteca colorá… y eso sin contar con la carne… con esa grasita… umm solo de pensarlo se me hace la boca agua. También podrás arreglar el jardín y como ya no tendrás que trabajar, podremos compartir las tareas de casa, ¿qué te parece?-

Hace cinco años que mi tío Bartolo se jubiló. Ahora está divorciado y mi tía Antonia sigue siendo ama de casa y de vez en cuando mira ese testero lleno de alcayatas vacías.