Entonces ella se recostaba en su sillón, para relatarnos cada noche una historia diferente...
Entre la ficción de sus agallas y el frío de la realidad, Clarisa asomaba sus labios empalidecidos ante nuestros rostros. Su piel anciana desmenuzaba lo increíble del relato madurado, para luego plasmarlo sobre nuestras vidas. La noche con su oscuridad amenazaba las debilidades que salían a la luz, junto al miedo que habitaba ese cuarto de escaleras al presente. Nos miraba atentos al discurso, casi adivinando que por dentro las huellas desentrañaban nuestras almas, para proseguir desde un pasado que arrastraba magnetismo y trascendía en más. Mientras, nuestras manos se aferraban una a otra para dirimir viejos miedos y ocultarnos en los vestigios que habían dejado de latir. El sonido de sus frases nos acunaba yendo y viniendo de la habitación que nada sabía, sonriendo con los rostros empapados o asintiendo en un mirar perplejo. Nada cambiaba ese sudor frío de los cuerpos paralelos a su imagen, desvanecido en las paredes de la casa. Tras el silencio de su voz, nuestro enigma crecía como un golpe eterno de todas las memorias para caer rendidos ante sus palabras, mientras los ciclos devenían en un cono de esencias primitivas. Y aunque ya no éramos esos niños diminutos y temerosos que asombrados se extasiaban con la tía Clarisa, hoy todos estábamos allí nuevamente rondando en el absurdo de creernos diferentes. Me vi callado, observando todo lo que creía de la infancia, sentado a la par junto a mis hermanos y el relato nocturno, también los vi a ellos con sus caritas perplejas, temiendo reconocerse en esa lejanía. Después el olvido intransigente, la magnitud de lo pequeño reinando lo deseado, el sabor de lo prohibido en esas noches infinitas y distantes, la soledad.
Hoy estuve atado a los recuerdos como un único referente del ayer, mientras despedíamos los restos de la tía Clarisa y sus historias en el tiempo. Cuando vuelva, quizás mis labios puedan reflejar su arte, en la perpetuidad de otros cuerpos sedientos de esas noches.
Ana Cecilia.
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