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Inicio / Cuenteros Locales / Sapo_Y_LoboAzul / Traquidos en la noche

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Silencio y Soledad se habían citado para velar en la sombra. Y llegó el momento. Y fueron puntuales, pero no se juntaron. Ni siquiera se miraron. Silencio quiso demostrar su fortaleza y preeminencia. Hizo guardia erguido, concentrado, firme, tenso. Hasta detuvo a su corazón para que sus latidos no lo interrumpieran. Estaba empeñado en detener el tiempo que avanzaba inexorable. Soledad, en cambio, vestida de crueldad y calzada de indiferencia, con las mechas revueltas y los brazos batiendo, se incrustó en la oscuridad y allí soltó todas sus ataduras. Hurgó en la herida con furia asesina, como buscando dejar sin aliento a su víctima, como apurando su tiempo para que todo marchara conforme a lo planeado. Ninguno cambió de actitud. El uno y la otra hicieron lo suyo sin perder detalle. El uno y la otra pusieron su cuota sin conceder pausa ni tregua. De pronto se oyó el traquido, y la noche estalló en mil pedazos. El hombre se derrumbó cuan largo era y la noche se convirtió en una loquería de luces, gritos y bocinas. Y nadie más supo lo que aconteció con el Silencio y la Soledad.

La feria tronó.

En escarlata: Azufre y salitre mezclaban carbón en el negro de la noche festiva...Frente a la ventana, en un rincón de la blanquecina habitación, se hallaba Él...a su lado, dos sombras simulaban perchas en la oscuridad...
En azul cielo: Una sombra movió su lenta pupila asemejada a pincel, se acercó y recogió el cuerpo...La otra, esa que le había golpeado con tanta rudeza, con tan malvada satisfacción en el dolor, inundó de espasmos el ubicuo espacio que lo habitaba, y le ayudó...Al cabo de unas horas llegaron al mar, un mar claro, transparente...un mar...Y a él lo lanzaron...
En morado: Diminutos mundos silícicos taponaban sus vías respiratorias, desnudaban alveolos e irritaban senderos íntimos que bloqueaban sus intentos de salir... ¡aire!...Se estaba ahogando y la opresión en el pecho le mataba la mente con un dolor abismal...Los dedos de sus manos se agarrotaban, se doblaban sobre sí mismos y gritaban:” ¡Aire!”... Respiró hacia afuera y arrancó de su garganta y de sus tabiques nasales la arena, guijarros...sintió calambres en las piernas, en los brazos anquilosados, dolidos...Abrió los ojos y se encontró en una playa sureña, de esas con la berma baja...aire caliente, humedad...abrió los ojos y la vio...

Apenas si pudo reconocerla. Con esfuerzo supremo, respiró profundo y sintió que la sangre empezaba a circular por sus venas. El aire entraba a los pulmones como si estuviera trepando un empinando risco, casi arañando, mientras regurgitaba arena por la nariz y por la boca, con una tos persistente que le devolvía la existencia. Ella lo miraba con ese odio tenebroso de la serpiente en celo, como si quisiera enroscarse en ese cuerpo semidesnudo, húmedo, morado, casi vivo, casi muerto. Él no atinaba a comprender lo que estaba pasando. Le parecía estar sumido en la peor pesadilla de la que aún no despertaba. El mar se sacudía como si estuviera amasando una negra historia y de las diferentes esquinas de la noche llegaban voces, gritos, ladridos. Sólo una tenue luz que parecía de una linterna moribunda se acercaba. Y ella, con ese rictus de muerte que le brotaba del alma, grito:

--¡¡maldito!! Si no has muerto es porque a mí no me ha dado la gana, pero todavía tengo fuerzas para destrozarte el cerebro y mandarte de una vez por todas a ese infierno donde te han parido.
Así hablo Ella.

De las envolturas de esas etéreas plumas que conforman el astral, en esa niebla de blanco sobre gris que respiran los caídos...Surgió Él. Cayó la noche, la playa y Ella...A lo lejos percibió trocitos de ese cordón divino que le hubo unido a la vida...Respiró nada y su espíritu navegó en esa distancia sin distancia, en ese sueño de los vivos...
Desde una enorme roca que levitaba en los andes de los muertos, allá en el Uspallata del otro lado, un viejo mirlo observaba el desorden en que se hallaba Él. Ese pequeño tordo muerto palpó en esos recuerdos: vio la Soledad, vio el Silencio...vio Traquidos en la noche...

--¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí? ¿Qué está pasando?, dijo con tenue voz, como si la garganta la tuviera partida en dos.
--Estás aquí, porque aquí te han dejado, creyéndote muerto. Pero tú, eres mala hierba, y...yo --sollozando--¡Te Amo! desdichado. Tenemos que salir de aquí ¿Puedes incorporarte?
--No puedo. Tengo un dolor intenso en la espalda y en el cerebro. No atino a nada. ¡Ayúdame!--dijo, casi al borde del desmayo. Y la tenue luz avanzaba hacia ellos. Cada vez más cerca se escuchaba el aletear sonoro de unos pasos decididos en la arena.
--Alguien viene, dijo, preocupado.
--Sí, alguien viene, tal vez nos ayude.

“Alguien viene”
Pero en los entresijos del destino, rió la comparsa de la maldad...Dos figuras aparecieron ante sus atónitos ojos y Él creyó que volvía atrás, en el tiempo y en el dolor...
--¡Corre!- gritó.
Corrieron dejando olvidados los sufridos miembros...corrieron con el pánico de las pisadas que vibraban tras sus oídos...Corrieron y al fin, consumidas sus restantes fuerzas, quedaron a merced del hado...En un promontorio cercano, gritó un tordo...
--¿Quienes son?
Pero Él sabía muy bien quiénes eran...

--Es la policía. ¡Bésame como nunca me has besado! Apúrate, tírate sobre mí, dijo la mujer, llena de espanto. El hombre, como si buscara oxígeno en la boca de la dama, se arrojó sobre ella y la besó profundo y largo. Los pasos se detuvieron, la linterna los alumbró...y la voz cavernosa, envejecida por el tiempo y la nicotina del policía se escuchó contundente:
--¡Qué pasa aquí carajo! ¿De qué están huyendo ustedes?
--¿Huir? No, ¿por qué? sólo queremos estar solos. ¿Está prohibido? --dijo la mujer--
--¿Y por qué corrían?
--Cuando vi la luz, yo corrí --dijo ella--pensé que era mi padre

Era noche.

Y entonces, cuando la policía los dejó, solos, frente a frente, hombre y mujer se miraron intensamente durante lo que parecieron eones...Una cortina de insalubre desconfianza los separaba...demasiado habían sufrido el uno y el otro, Adán y Eva...
Sin embargo él recordaba su profundo y revitalizante beso, sus sensuales pechos al rozar su camisa de seda negra...Recordó la mano de ella caída, rozándole con las rojas yemas su miembro endurecido...delirio...

Era noche...

Y esa noche no podía ser distinta por su complicidad sobresaliente. Ambos necesitaban demostrar a la policía que se amaban y lo hicieron con la ayuda del silencio y la soledad que retornaron entusiastas a la escena. Ni siquiera las olas del mar se sintieron mientras los dos, convertidos en uno, se amaron. Él, llevado por el instinto de animal enjaulado en las rejas indescifrables del temor, buscó con pasión desbordada las entrañas de la hembra que se ofrecía sin reservas para encontrar amor y dar protección. Y ella, intuyendo que con su gesto, que además le brotaba sincero, entregaba sus carnes y su alma, para hacer un nuevo intento de recuperar por fin ese amor que tanto le dolía y ese dolor que tanto le agradaba....

Putos, putos...
La feria tronó. Un petardo inmenso de color sordo y profundo llamó su cráneo dolorido...

“¡Dolor!”

“¿Qué demonios?”

“¡Dios, qué dolor!”

En la oscuridad, un deforme bulto rumiaba en un rincón de aquella blanquecina habitación...Destilaba alcohol en piel y de su garganta surgían exabruptos que competían con los traquidos...Enfrente una televisión encendida...
--Cariño hemos ganado –dijo ella.
--Así es –terminó él con voz profunda. Una melodía empachosa inundó el aire...En pantalla dos amantes besándose, con la policía observando en segundo plano...
Se oyó cómo finalizaba la serie de televisión mientras aquella masa informe vomitaba ruidosamente en su esquina delirante...Puntitos negros se agazapaban esperando, preparados para asaltarle en cualquier momento...Por el suelo múltiples botellas envueltas en bolsas marrones, vacías, por doquier...
“¡Mierda, apartaos, mierda!”

“¡Dolor!”

“¡Putos!”





Texto agregado el 11-06-2004, y leído por 336 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
13-07-2004 quien puede frenar la ambición de una mente rica en imaginación, dispuesta a escarvar en los más profundos cimientos del surrealismo sin detenerse, excepto para demostrarnos en uno y otro instante que aquello que aparentemente no tiene lógica ni sentido, esconde en sus entrañas, un sinfín de similitudes con el mundo donde habitamos ...he sentido la magia oscura de este viaje al fondo de las cosas, de la mano de dos seres que definitivamente me tienen, ademas de entretenida...fascinada...gracias a los dos por eso y, nunca se detengan... piquitos de miel gaviotapatagonica
16-06-2004 Un coito entre Silencio y Soledad. Amabos, Adán y Eva, cohabitan en esa habitación de arcoiris, hasta que el morado de la hipo -oxigenación por poco y destruye el traqueteo de la fiesta. Al final una orgía de alhol y drogas, en que termina esta deliciosa fiesta pueblerina. Creo. Interesantes imágenes en un cuento completamente surrealista, pero de unas imágenes impresionantes nacidas de dos plumas de privilegio. rodrigo
12-06-2004 Guau, menuda únion, espero que siga dando frutos, porque éste texto está muy bien escrito, es original y con metaforas incorporadas que hacen que el resultado final sea de vertigo. Un saludo a los dos. SOL-O-LUNA
11-06-2004 Estupendo trabajo! Y un duo de cuenteros de primera. Se transita por un laberinto desde el principio hasta el final donde Soledad, Amor y Silencio (realidad o ficción) crean la trama de este texto. Felicitaciones a ambos shou
11-06-2004 la primera parte de Silencio y Soledad, genial, me faltó ese detalle a mi comentario anterior india
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